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sábado, 27 de agosto de 2011

El Deber se ocupa hoy en verdad de mostrar que "la historia se repite" que el MAS no tiene coherencia, sus contradicciones aumentan, se divide y "desgaja" atomizándose en la confusión


El Movimiento al Socialismo (MAS) no es un partido político, sino un movimiento de base social tan complicada como heterogénea. En las ciudades le apoyan ciertos sectores populares en proporción que se achica de forma progresiva, según unas recientes encuestas. En realidad, su fuerte se halla en las poblaciones rurales, particularmente en las del altiplano y los valles, a cuya población congregó en ‘movimientos sociales’ comandados por un organismo que, a escala nacional, les hace marchar en el rumbo que fija el Gobierno central.
También hizo algo parecido con los pueblos y las comunidades indígenas de Santa Cruz, Beni y Pando que en forma parcial se dejaron arrastrar al citado esquema organizativo.
No fue la ideología el fundamento de tal articulación estructural, sino un indigenismo difusamente referido a un ‘socialismo’ que solo intenta reditar ese capitalismo de Estado con el cual el MNR, en la primera etapa de la Revolución Nacional, marchara a un fiasco que en 1985 obligara a Víctor Paz Estenssoro a dictar el DS 21060, a fin de que Bolivia retornara a la economía de mercado.
Tal economía, en la actualidad, se halla plenamente vigente en Bolivia, aunque se afirme lo contrario. No altera esta realidad la circunstancia de que YPFB asumiera el control operativo de los procesos de extracción, traslado y comercialización de hidrocarburos.
La denominada ‘nacionalización’ de tan estratégico sector no fue tal, sino que se concretó en un cambio de las reglas de juego. Las empresas foráneas establecidas en dicho sector siguen en Bolivia, aunque sin ganas de invertir por la falta de estímulos y seguridad jurídica.
En el plano político se registra un detalle inédito: la oposición real al Gobierno actual empieza a brotar en sectores de su propia base social. Un ejemplo conspicuo al respecto son los pueblos indígenas del oriente. Antes apoyaban al Gobierno porque creían que sus proclamas nativistas se traducirían en acciones gubernamentales que les favorecieran, pero ahora se le distancian al comprobar lo contrario.
Hay también signos de desgajes campesinos del oficialismo en otras regiones del país. Por esto y por aquello, algunas comunidades indígenas crean problemas al régimen masista. Algo parecido le ocurrió otrora al MNR con sus denominados ‘comandos campesinos’. Muchos de estos se le dieron la vuelta, a veces, con sangrientos resultados.
El partido, a diferencia del movimiento, tiene solidez estructural, basada en ideología que enrumba a la militancia en una sola dirección. Y todo, porque su pertenencia social, al no registrar demasiada diversidad , se halla a salvo de colisiones de intereses. Ocurre lo contrario en los denominados ‘movimientos’. Los de arriba, a veces, se ven obligados a regir en una dirección que no favorece a ciertos sectores de su militancia, causa por la cual empiezan las discrepancias que dan lugar a los desgajes. Algo que, de incontrastable manera, está ocurriendo ahora con el Movimiento al Socialismo en Bolivia.


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