Reivindicación del portero de escuelas y colegios



Mauricio Aira

El inicio próximo del ciclo escolar nos da pie para algunas reflexiones en torno al rol de los porteros.

Asistir al directorio de una escuela en Suecia y ver sentado a la mesa al “portero” llamado aquí “vakmästare” junto al Director nos llamó la atención, acostumbrados como estamos a considerar al portero el último de los asalariados muy por detrás de maestros, funcionarios y asistentes. Pronto supimos las razones es que “el portero” resulta imprescindible en la buena marcha de una escuela o de un colegio, en lugar de ser el simple peón, apto para toda labor sin categoría profesional que de él requieren los directivos, los maestros, los padres de familia y hasta los alumnos.

Al portero se le asigna, como una compensación aprobada por todos, la venta de golosinas, refrescos, salteñas, y un sueldo el más bajo posible y una vivienda, es decir una habitación la más estrecha e insignificante del entorno, para que vigile, cuide, se preocupe por la seguridad, especialmente por las noches, los fines de semana, los largos periodos de las vacaciones escolares. El portero es la última pieza del engranaje técnico administrativo del local, del edificio, a veces de todo un complejo educacional. Se le entregan las llaves y frecuentemente la responsabilidad del buen andar de la instalación eléctrica, sanitaria, provisión de agua y desagües fluviales, o sea el portero carga sobre sus espaldas toda una suerte de tareas, al punto que muchos ignoran hasta donde llega su responsabilidad, aparte del cuidado físico de muebles, enseres, vehículos, cerrojos y hasta de las banderas y en muchos casos los instrumentos de la banda.

Por todo ello y pensándolo bien, el portero había sido una pieza clave en el andamiaje educacional. De su cuidado personal, de su habilidad, de su responsabilidad dependen muchas cosas, por tanto, se justifica plenamente que ocupe “una silla en el directorio” y que responda a la altura de los otros directores por las áreas encomendadas a su cuidado.
La Reforma Educacional que muchos Estados han copiado de los Escandinavos incluye la valoración del portero y el rol de la portería que en realidad es la Administración y no tan sólo el resguardo físico de las puertas de entrada y de salida.

Recuerdo bien a Emilio, mi ahijado de bachillerato en Llallagua, aprendió el periodismo y la radialización de un espacio en quichua que dominaba a la perfección “Ríase en Quichua” de la afamada Pio XII de Siglo XX, trasladado a Cochabamba, su esposa consiguió un empleo como “portera de un Liceo Central”. En confidencia de amigos Emilio se quejó del excesivo trabajo que suponía tal labor, en el aseo de las aulas, los patios, gradas y corredores, la conservación de la batería de baños y la provisión de servicios, se quejó mi ahijado “se nos va todo nuestro tiempo y nada queda para el trabajo extra” que le exigía su desempeño periodístico. Ahora varias décadas después comprendo las quejas de la portería que trataba de encontrar compensación en el negocio de reventa de una larga sarta de productos a más de 450 alumnos del Liceo.

Es que la tarea de “un portero” tomando siempre el caso de un centro de estudios, conlleva la gran responsabilidad del cuidado físico del edificio, de su seguridad, si cabe de su integridad y una dedicación a tiempo completo “cama adentro” llamamos a la forma de contratación que reivindicamos al punto que en los reglamentos escolares se dedique un capítulo especial y se asignen las remuneraciones justas a la proporción y responsabilidad del trabajo exigido