Felizmente, han comenzado a tomar fuerza algunas iniciativas encaminadas a llevar a la práctica el concepto de mancomunidad metropolitana
Hace algo más de tres años, cuando el 27 de mayo de 2014 fue promulgada la Ley 533 de Creación de la Región Metropolitana Kanata–Cochabamba, la noticia fue muy bien recibida por quienes ven con preocupación las dificultades que muestra el gobierno departamental, como los de los siete municipios que ya se han fundido en una sola unidad urbana, para solucionar los principales problemas que afligen a la población cochabambina.
Tres años han transcurrido y los resultados no han estado, por lo menos no por ahora, a la altura de las expectativas que los precedieron. Muy poco se ha avanzado en el proceso que debe conducir a la efectiva constitución de un gobierno metropolitano que alrededor del Gobierno Departamental aglutine a los siete municipios (Sacaba, Cercado, Quillacollo, Tiquipaya, Colcapirhua, Sipe Sipe y Vinto) que en los hechos, e independientemente de lo que hagan o dejen de hacer sus respectivos gobiernos ediles, ya constituyen una unidad con problemas comunes y que requiere con urgencia soluciones también comunes.
Era previsible que el proceso avance lentamente pues, mal que nos pese, está todavía muy arraigada entre las autoridades ediles y departamentales –independientemente de su afiliación política– y tras ellas la gente que vive en cada uno de los municipios, una estrecha visión localista que ve con recelo cualquier posibilidad de proyectarse hasta abarcar la mancomunidad en toda su dimensión.
Sin embargo, como contrapartida, y como también era de prever, poco a poco ha ido abriéndose paso la comprensión de lo absurdo e inconveniente que resulta cualquier afán de buscar soluciones aisladas para problemas que, por lo grandes y complejos que son, no pueden ser resueltos exitosamente si no es mediante un esfuerzo compartido, pasando por encima de eventuales diferencias políticas, ideológicas o de cualquier otra índole.
La lista de problemas que sólo podrán ser resueltos a escala metropolitana es muy larga. Se destaca entre ellos la urgente necesidad de construir la infraestructura para la recepción, almacenamiento, tratamiento y distribución del agua proveniente de Misicuni. Lo mismo se aplica para la ejecución de un sistema de recojo y procesamiento de basura, para las plantas de aguas servidas, entre muchas otras relacionadas con los servicios más básicos. El caótico y multifragmentado sistema de transporte público y la recuperación del río Rocha son otros dos ejemplos, entre muchos, problemas que no podrán ser resueltos si no es a través de un esfuerzo mancomunado.
Como telón de fondo de todos esos desafíos comunes, se destaca la contaminación ambiental, elocuente muestra de lo que significa un problema ante el que no hay límites intermunicipales que valgan.
Felizmente, aunque con tres años de demora, al parecer han comenzado a tomar fuerza algunas iniciativas encaminadas a llevar a la práctica el concepto de mancomunidad metropolitana. Es de esperar que así sea, pues las condiciones están dadas para que nuestra región dé un ejemplo de lo mucho que se puede hacer si se supera la mezquina mentalidad de campanario para reemplazarla por una cuya amplitud, en términos geográficos, temporales y políticos, esté a la altura de los desafíos de nuestro tiempo.