¿Qué haremos cuando el 90% viva en ciudades?
Para preparar el espíritu y adecuar nuestras acciones, comparto que la proyección matemática con ajustes señala que el año 2032 el 90% de los 15 millones de bolivianos viviremos en ciudades.
Los ajustes están dados por la ‘presión migratoria’ y que corresponde a las condiciones materiales que la población necesita para vivir en un territorio. De los 339 municipios bolivianos, 256 tienen una población menor a 20.000 habitantes y en ninguno de ellos hay un hospital de segundo nivel ni lo habrá por razones de economía de escala. La población de esos municipios está sometida a ‘presión migratoria’. Y si le sumamos indicadores como educación, oferta de servicios, oficinas públicas para realizar trámites, bancos, calidad de vida… la presión aumenta.
La extensión territorial juega un papel negativo, pues tenemos un país extenso para nuestra población, lo que encarece la provisión de servicios en los territorios. Si le sumamos la geografía que tenemos, extraordinaria por su belleza, complicada por su topografía, comprenderemos las dificultades que debemos superar.
Quizá la dificultad mayor esté en el imaginario boliviano. Hemos construido y el Estado Plurinacional lo refuerza, una sociedad que discursivamente se expresa como “originaria indígena campesina”. La narrativa, el discurso y la actitud están encontrando una complicación frente a la realidad que nos está señalando otra cosa. Tenemos ahora el 75% de nuestra población viviendo en ciudades, todavía por debajo de la media de América Latina, que está en el 80%. Y si consideramos que existen países como Uruguay, con el 95% de su población que ya lo hace, comprobaremos que lo que ocurrirá en Bolivia no será distinto a lo que ya están viviendo la mayoría de los países del continente.
Los números bolivianos en materia de población urbana nos afligen por su comparación con nosotros mismos, pues si realizáramos un análisis ampliado, podríamos señalar que en el DF mexicano y su área conurbana viven 22 millones de habitantes, el doble matemático de la actual población boliviana, que lo hacemos en un millón noventa mil km2. El compartir estos números solo busca que nuestro cerebro incorpore una realidad con la que estamos conviviendo, pero la estamos ignorando.
Nuestras conductas cotidianas no expresan responsabilidad ni consciencia urbana. Una frase de esta naturaleza puede verificarse con preguntas simples. ¿Qué ciudad boliviana tiene un sistema de bomberos para resolver un incendio de magnitud? Y va acompaña de otra pregunta, más complicada todavía. Y cuando sea el año 2032, ¿quién producirá la comida que consumiremos cuando ahora ya la estamos importando?
Propongo estos temas para la agenda.
Los ajustes están dados por la ‘presión migratoria’ y que corresponde a las condiciones materiales que la población necesita para vivir en un territorio. De los 339 municipios bolivianos, 256 tienen una población menor a 20.000 habitantes y en ninguno de ellos hay un hospital de segundo nivel ni lo habrá por razones de economía de escala. La población de esos municipios está sometida a ‘presión migratoria’. Y si le sumamos indicadores como educación, oferta de servicios, oficinas públicas para realizar trámites, bancos, calidad de vida… la presión aumenta.
La extensión territorial juega un papel negativo, pues tenemos un país extenso para nuestra población, lo que encarece la provisión de servicios en los territorios. Si le sumamos la geografía que tenemos, extraordinaria por su belleza, complicada por su topografía, comprenderemos las dificultades que debemos superar.
Quizá la dificultad mayor esté en el imaginario boliviano. Hemos construido y el Estado Plurinacional lo refuerza, una sociedad que discursivamente se expresa como “originaria indígena campesina”. La narrativa, el discurso y la actitud están encontrando una complicación frente a la realidad que nos está señalando otra cosa. Tenemos ahora el 75% de nuestra población viviendo en ciudades, todavía por debajo de la media de América Latina, que está en el 80%. Y si consideramos que existen países como Uruguay, con el 95% de su población que ya lo hace, comprobaremos que lo que ocurrirá en Bolivia no será distinto a lo que ya están viviendo la mayoría de los países del continente.
Los números bolivianos en materia de población urbana nos afligen por su comparación con nosotros mismos, pues si realizáramos un análisis ampliado, podríamos señalar que en el DF mexicano y su área conurbana viven 22 millones de habitantes, el doble matemático de la actual población boliviana, que lo hacemos en un millón noventa mil km2. El compartir estos números solo busca que nuestro cerebro incorpore una realidad con la que estamos conviviendo, pero la estamos ignorando.
Nuestras conductas cotidianas no expresan responsabilidad ni consciencia urbana. Una frase de esta naturaleza puede verificarse con preguntas simples. ¿Qué ciudad boliviana tiene un sistema de bomberos para resolver un incendio de magnitud? Y va acompaña de otra pregunta, más complicada todavía. Y cuando sea el año 2032, ¿quién producirá la comida que consumiremos cuando ahora ya la estamos importando?
Propongo estos temas para la agenda.
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