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lunes, 4 de febrero de 2008

un infierno en pleno corazón de Cochabamba

Traemos a este blog que corresponde a Proyectos, la por demás increíble, insoportable situación en que viven casi 600 personas apiñadas en un espacio de 550 metros cuadrados que además es una cárcel donde cohabitan 170 menores, mujeres, los guardias uniformados y los presos cuya gran mayoría no tiene sentencia y sin embargo padece condenas, quizá por encima de las penas que no han sido pronunciadas.

La periodista Elizabeth Arrázola de Los Tiempos ha realizado un extraordinario trabajo que ha movido las fibras más íntimas del sentimiento humanitario de sus lectores, especialmente cuando se sabe que el proyecto de La Habra, otra cárcel situada algo fuera del radiourbano, es una obra inconclusa y que cuando esté terminado podrá dar cómodo hospedaje a un millar de reos que purgarán su deuda con la sociedad.

Vamos a glosar el texto de Elizabeth, comentarlo y sobretodo pedir que la ciudadanía participe y se movilize para lograr la conclusión de La Habra que está funcionando a media máquina, pero que por razones no analizadas no abre sus puertas para algunos cientos de los que viven una vida imposible en un recinto tan estrecho, inenarrable de San Sebastián.

En la cárcel de San Sebastián Varones de Cochabamba, en 550 mts2, en una construcción del primer periodo republicano, que aún mantiene sus paredes anchas de adobe y en cuyo espacio se han erigido cubículos improvisados a modo de cuartos, viven alrededor de 600 personas, 385 reclusos, 176 niños, las madres de éstos y los carceleros.

Reclusos y carceleros, sin importar si son niños, jóvenes, adultos o viejos, mujeres o varones, internos o no, todos viven igualmente apretados, como en una gran madriguera.


Cuando la sociedad cochabambina se percató del drama humano que significa la cárcel pública de la Plaza del mismo nombre, organizó un Comité a cuya cabeza fue elegido un hombre que por su vocación y su prestigio ha llevado a buen término todas las tareas que se le encomendaron, se trató de Monseñor Walter Rosales muchos años Vicario General de la Arquidiócesis, esto es Administrador de la Iglesia Católica, segundo hombre después del Arzobispo. El Comité trabajó varios años consiguió recursos, levantó planos y construyó la cárcel a la que fueron enviados algunos presos. La Habra funciona, pero es considera una cárcel de segunda y magistrados, abogados y presos prefieren San Sebastián por comodidad, permisividad y hasta por negocio. Sigamos con el texto de Elizabeth:

Sus vidas transitan entre una maraña de cables de energía eléctrica, pasillos angostos y oscuros, peldaños para un solo pie y dormitorios donde sólo cabe una cama para tres o más personas —una pareja con sus niños— o habitaciones comunes donde duermen ocho personas en el piso, una al lado de otra, en un cuarto de dos por tres metros. En todo el penal hay sólo cuatro cuartos comunes.

La cubierta del ala oeste de la cárcel de presos preventivos es de calaminas oxidadas y retorcidas, allí llueve más dentro que fuera y hoy es motivo de negociación entre los internos representados por Jorge Olguín y la encargada de Régimen Penitenciario, Gladis Flores.


En lo que va del período de lluvias resulta inhumano dejar virtualmente a la intemperie a más de un centenar de -recién llegados- o de los más pobres del penal que no tienen medios para "pagar un alojamiento". Cuántas pulmonías resultarán del hecho de permitir que el agua moje sus cuerpos y que tan sólo el calor natural secará sus deslucidas ropas.

“Las condiciones no son buenas”, dice el delegado de los reclusos y muestra cómo viven las casi 600 personas que tienen como su casa a la cárcel de San Sebastián. Para hacerse el aseo personal hay que hacer cola. Tienen ocho duchas y una batería con seis letrinas, en el ala oeste, y otro conjunto de otros cuatro al lado este, para mujeres. En los pasillos, se notan los apuros, hay botellas de plástico con líquidos amarillos.


Hace algunos años la presencia en la cárcel de jóvenes oficiales colombianos detenidos por narcotraficantes, pero militares al fin eran disciplinados y metódicos donaron su trabajo de tiempo libre y algunos recursos para reintalar las duchas y construír algunas pocas celdas en condiciones aceptables de ventilación y limpieza, los demás presos llamaron al sitio "Sheraton" y los alquileres subieron por las nubes en un sistema financiero que todavía funciona con la complicidad de oficiales de policía y jueces que se hacen de la vista gorda o quizá hasta participan de los cobros, cuyo destino concreto nadie puede precisar.

El depósito de agua del penal está a unos tres pasos de los baños y cerca del lugar hay tachos enormes de basura. Al fondo se mueve una rata sobre unas bolsas de plástico, mientras un joven pica alimentos en uno de los mesones y ríe porque el animal no sabe dónde huir.

Todo se pone difícil cuando no hay agua, el gobernador compra una cisterna y los reclusos introducen al penal en baldes o en lo que pueden.


Si el líquido elemento tiene un valor real, es en San Sebastián que se puede apreciar y cuidar hasta una gota de agua. La insuficiencia de las instalaciones y el mínimo uso destinado a la higiene, los alimentos, el lavado de ropa convierte al agua en artículo de primera necesidad y lamentablemente es materia de especulación. Todo intento de control interno resulta fallido.

El infierno

“Señorita, esto es un infierno”, dice en voz baja un joven interno. “Esto es Cochabamba en pequeño, aquí hay de todo. Está El Prado, hay Alto Cochabamba, El Solterito, todo está aquí”, dice otro reo al explicar que hay gente de todas las posiciones económicas, desde los más pobres hasta los más ricos. Es la ciudad en pequeño.

Máximo Javivi vive en la cárcel debajo de una escalera de madera, al final de un largo y oscuro pasillo. Este joven duerme en posición fetal y es uno de los pocos internos de San Sebastián que no pagó por el espacio que ocupa. Un cuarto puede comprarse en un promedio de 400 dólares. “Depende del tamaño”, dice Javivi. Este trinitario que aún no tiene sentencia, llegó al penal hace tres años y medio, acusado de intento de violación. El juez de la causa le fijó hace unos días una fianza de 25 mil bolivianos y el miércoles 23 debía asistir a una audiencia en Chapare para decirle al juez que no puede pagar. “Necesitaba 200 bolivianos para el viaje, pero no pude conseguir. No fui”, dice mientras agacha la cabeza. Jorge Olguín lo mira y dice, “hasta para estar en la cárcel hay que tener plata”.


Lo dicho. Quién o cual Jefe Policial podría poner punto final al sistema de compra y venta de sitios, por metro cuadrado que existe en San Sebastián y es materia de negocio corrupto? Porqué el Comandante policial habla de haberle puesto término a la corrupción, es que nunca se dió un paseíto por San Sebastián? Es motivo de risa y de burla. Para el colmo del sufrimiento de los internos la especulación se hace cada vez más cara, lo peor de todo es que no hay a quién quejarse e internamente hasta cunde el miedo porque los cuchillazos son pan de cada día.

El patio colonial

Como en los antiguos conventillos coloniales, San Sebastián varones es como una gran casona donde los 176 niños, 77 niñas y 99 niños, desde recién nacidos y hasta de 15 años, pasan su infancia y juventud entre cuatro bloques y con todos los peligros acechándolos en 550 mts2.

Según la encargada de Régimen Penitenciario en Cochabamba, Gladis Flores, los niños viven con sus padres porque no tienen dónde quedarse y son los únicos encargados de su manutención.

Dijo que se dio curso a un pedido hecho por la Cámara de Diputados para que los niños vivan con sus padres, debido a que en muchos casos los pequeños sólo viven con ellos.


Claro que hay un problema estructural y todos esperan (hace ya 15 años) la reforma penitenciaria, su modernización y su puesta al día con el uso de sistemas que están vigentes en todos nuestros países, menos en Bolivia, donde el decantado cambio tardará algún decenio en asomarse. Sin embargo, algo vital se puede hacer. Las 20 o más organizaciones religiosas y humanitarias que tienen relación con la cárcel, en lugar de aceptar las cosas como son y buscar sólo paliativos tendrían que coordinar sus esfuerzos y buscar soluciones de fondo.

Alrededor del patio hay pequeñas tiendas instaladas, donde se puede comprar casi todo, menos bebidas alcohólicas. “La bebida y la droga caen del cielo”, dicen los presos, porque nadie sabe cómo entra al recinto penitenciario.

En el centro de Rehabilitación San Sebastián hay de todo. También hay puestos de venta de comida y hasta ferreterías. Los vendedores tienen jugos, anticuchos, pacumutus, almuerzo y comida. Todo en 550 mts 2.

El 79% de presos no tiene condena

Según datos de Régimen Penitenciario, en las cárceles de Cochabamba hay 1.449 presos, de los cuales el 79,26 por ciento no tiene sentencia y sólo el 29,74 por ciento cumple una pena.


Los temas que la periodista nos propone en su crónica son muchos como éste de la retardación de justicia. Los jueces se mantienen callados cuando se les indaga del porqué de este mal endémico de la justicia boliviana. Lo evidente es que por causa de la falta de sentencias, hay seres humanos, sus familias y la sociedad que sufren y padecen. Quién podrá hacer algo para que la retardación sea menos dolorosoa?

La mayoría de los internos, el 48,15 por ciento cumple pena por la Ley 1008, el 15,38 por ciento por violación, el 6 por ciento por asesinato, el 12 por ciento por robo agravado, el 5,71 por ciento por homicidio y el 12,65 por ciento otros delitos.

Los internos de 16 a 21 años alcanzan a 144; es decir, el 9,67 por ciento. Los reclusos que están entre los 22 y 59 años, llegan a 1.324 personas, lo que representa el 88,92 por ciento y los mayores de 60 años alcanzan a 21, el 1,41 por ciento.

La población penitenciaria está compuesta por 1.286 varones, lo que representa el 80 por ciento de los reclusos, así como 203 mujeres, 13 por ciento y 126 personas (7%) que cumplen sentencia con el beneficio de extramuros.

Entre los reclusos extranjeros, se encuentran 15 peruanos, 3 brasileños, 1 lituano, 2 españoles, 5 colombianos, 1 argentino y 6 ecuatorianos.

Piden cumplir la Ley 2298

“Todas las religiones están aquí”. Casi todas las iglesias dan apoyo a los presos, a sus hijos y a sus mujeres, pero las exigencias de los reos son mayores.

A pesar de que según Régimen Penitenciario tienen un convenio con el hospital Viedma, el delegado Jorge Olguín exige atención médica las 24 horas. “Queremos que se cumpla la Ley 22987, que nos den atención legal porque muchos de los reos ni siquiera tienen carnet de identidad y para tramitar deben pedir permiso a la juez con un memorial de 50 bolivianos y para recoger el documento otro memorial y otros 50 bolivianos”.

“Señorita, necesitamos también atención psicológica. Pedimos que el Estado cumpla con sus funciones. No puede ser que haya un psicólogo y un médico para seis penales, No puede ser que no haya un extinguidor de fuego en caso de una emergencia”, dice frente al gobernador de la cárcel, quien también corrobora las malas condiciones en las que viven presos y carceleros.

Dijo que están pensando ampliar, en la acera de la puerta de la cárcel, el comedor para los 26 policías de turno.

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