Hace unos días un tribunal dejó en suspenso el proceso judicial que buscaba la expropIación de los predios del Club Hípico que se hallan sobre la Av. Blanco Galindo y los cuales cubren aproximadamente unas 170 hectáreas. El tribunal en cuestión argumenta que crece la competencia o jurisdicción para pronunciarse sobre el tema. La expropiación, entonces, habría de requerir una ley municipal específica que la haga posible. De modo que tomará más tiempo del que hubiese querido el presidente Morales que, como sabemos, está particularmente urgido de que se agilice ese trámite. Pero a veces es bueno no precipitarse y que las cosas tomen su tiempo. Hace falta un debate ciudadano sobre la conveniencia de la expropiación y sobre qué fines han de darse a este acto de los poderes públicos.
Unos cuatro años atrás, la Central Obrera Departamental pidió al Gobierno que se busque la manera de expropiar o nacionalizar los predios del Club Hípico. Según la COD, esos terrenos no cumplían una “función social” y por tanto eran pasibles de expropiación, con el objeto de construir allí mercados, hospitales o una moderna terminal de autobuses. Más allá de lo que entendamos por legítima “función social” --y en esto, seguramente, habrá discrepancias-- la postura de la COD de aquel entonces podrá considerarse razonable siempre y cuando, como en cualquier otro caso, se pague una compensación justa por el bien expropiado. El hecho es que el Gobierno central y la Alcaldía del Cercado, como si hubiesen tomado nota del pedido del ente de los obreros, sí están empeñados en realizar la mencionada expropiación, pero para la construcción de un estadio, el más grande de Bolivia, con miras a los Juegos Odesur.
Ya se ha hablado bastante sobre lo oneroso de este proyecto y los inconvenientes que conlleva. Al cabo de los juegos en cuestión es muy probable que el estadio aquel tenga un uso mínimo que no justifique el millonario gasto incurrido en su construcción. Como indicaba un editorial de Los Tiempos, son muchos los ejemplos en el mundo sobre este tipo de gastos que a la larga resultan onerosos para esos países que fueron sedes de copas Mundiales y de Olimpiadas. A una escala mucho menor, por supuesto, es posible que algo parecido o peor ocurra con la infraestructura que se ponga a disposición de los Juegos Odesur. También se ha dicho que la construcción de dicho estadio no es una condición necesaria para ser sede, pues bastaría con una refacción general del estadio Félix Capriles.
Cabe también cuestionarse sobre la importancia de acoger este tipo de juegos. Fadrique Iglesias, escritor y exatleta de nuestro medio, ha explicado con suficiente claridad que si se trata de fomentar el deporte, aceptar la responsabilidad de organizar torneos internacionales deja un aporte cuando mucho marginal a la mejora del desempeño de los deportistas.
Existen otras maneras de abordar el problema del rendimiento deportivo en nuestro país y que, como él ya lo explica, tendrían un efecto mucho mayor con un gasto mucho menor. No porque los ingresos sean mayores ahora y que el Estado sea más eficaz en la captura del excedente, nos podemos dar el lujo de incurrir en gastos, a menudo insulsos, que bordean el despilfarro.
Ha habido otras voces que piden que, en caso de lograrse una expropiación, en vez de pensarse en hospitales, mercados o terminales, se tendría que destinar el enorme terreno para un parque o un bosque metropolitano, un pulmón verde que beneficie a toda la ciudad de Cochabamba, como ocurre en muchas urbes del mundo. El caso emblemático es el Central Park de la ciudad de Nueva York, pero en París, en México D.F. y en muchas otras ciudades hay parques enormes que cumplen esa función, realmente necesaria, de brindar un espacio verde a sus ajetreados habitantes Un parque así puede marcar una gran diferencia positiva en la calidad de vida de los cochabambinos. El crecimiento de nuestra ciudad ya es, en términos poblacionales como de extensión de la mancha urbana, excesivo. Necesitamos más áreas verdes para no estar agobiados por el cemento y la presencia de vehículos motorizados.
Esta posibilidad frente a la de construir un estadio para unos juegos olímpicos regionales, que sólo colmarán una vanidad momentánea, me parece la más razonable. Sin embargo, hay que decir algo más. En ciertas ocasiones, no debe pensarse en términos de blanco y negro o en términos de que si alguien gana otro pierde. Al contrario, ésta es una oportunidad para mostrar el realismo de soluciones en las que todas las partes ganan. El hipódromo tiene un uso demasiado esporádico y beneficia a un porcentaje muy reducido de la población. Creo que el Club Hípico puede con el monto de la indemnización trasladarse a otro lugar más alejado, en una zona rural donde sus actividades serían más adecuadas. En este sentido, estoy a favor de la expropiación, si se admite previamente un peritaje que dé, aproximadamente, el valor real de esa propiedad y de esa manera se otorgue una compensación justa. Al mismo tiempo, 170 hectáreas es una cantidad apreciable de tierra.
Una opción no debe excluir a otra. Creo que es perfectamente posible destinar unas 10 o 15 hectáreas de ese terreno a la construcción de un complejo hospitalario modelo, con todas las especialidades.
Es verdad que también necesitamos descentralizar los mercados hacia los cuatro puntos cardinales y tener más terminales de autobuses, pero creo que no valdría la pena emplear el espacio del exhipódromo con este fin.
De modo que lo mejor es un parque o bosque metropolitano que dé oxígeno y solaz a nuestra estresada ciudad. La ventaja de esto es que un proyecto de esta índole con el espacio enorme que nos ofrece el Hipódromo no es incompatible con la construcción de otro proyecto, ya sea una ciudadela de la salud o una ciudadela de la tecnología y el conocimiento.
Algo interesante se puede hacer, mas no me cabe duda que lo menos interesante y útil para nuestro departamento y nuestro país es la construcción de un costosísimo estadio que sería empleado a plenitud apenas unas semanas.
El autor es ciudadano cochabambino.
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