Hace casi un año, cuando se presentó el proyecto para la construcción de un nuevo estadio en Cochabamba, en un editorial titulado “El Batán, un proyecto inaceptable”, y luego en varios posteriores, expusimos en este espacio nuestros cuestionamientos y algunos de los principales argumentos legales, técnicos, financieros y deportivos en los que se basaba nuestra oposición a la ejecución de tal obra.
Como un “monumental desacierto” calificamos en más de una oportunidad al proyecto y exhortamos a las autoridades municipales, departamentales y a las del Gobierno central, así como al Colegio de Arquitectos, para que antes de llevar a cabo el proceso de expropiación de los predios del Club Hípico Nacional e iniciar la construcción del estadio, atendieran los cuestionamientos expuestos.
Al respaldar nuestras dudas, llamábamos la atención sobre el hecho de que “aunque no se hizo ni siquiera un básico estudio de suelos ni de impacto ambiental ni de la viabilidad legal de la expropiación, ya se ha elegido al proyecto ganador de un muy dudoso concurso. El proyecto elegido se llama “El Batán” y consiste en una cancha de fútbol techada y rodeada de 60.000 butacas”.
Casi un año ha transcurrido desde entonces y después de todo el tiempo y dinero malgastados en el afán de imponerlo a toda costa, el proyecto ha sido descartado. La razón, según el coordinador de proyectos del Ministerio de Obras Públicas, es que “El Batán presentaba varias deficiencias que la misma normativa de la FIFA no aprobaría”.
Las “deficiencias” a las que se refiere la autoridad no son pequeñas cuestiones de forma. Una de ellas, entre muchas otras, sería que el diseño de las graderías presenta 48 grados en las pendientes, cuando el máximo aceptado por normas internacionales es de 34. Otro problema, no menos importante pero que hasta ahora fue visto como un desdeñable detalle, es que el proyecto fue elaborado sin un estudio de suelos previo, lo que impidió tomar en cuenta que las muchas vertientes subterráneas que fluyen bajo los suelos donde estaba previsto su emplazamiento impedirían que la obra sea construida con la solidez necesaria.
Un año demoraron las autoridades del Ministerio de Obras Públicas en identificar y reconocer esas falencias. Pero, es bueno que, aunque hayan demorado tanto, lo hayan hecho antes de firmar contratos y hacer más desembolsos.
Como es fácil recordar, la construcción de El Batán hasta ahora no se inició debido a que los meses transcurridos desde la presentación del proyecto no fueron suficientes para terminar el proceso de expropiación de los terrenos. Es también fácil suponer qué hubiera ocurrido si, al no existir ese obstáculo, y tal como lo exigía el Primer Mandatario, la construcción de El Batán se hubiera iniciado en febrero de 2015, como estaba previsto.
Lamentablemente, esta constatación de lo desacertada que es esa manera de decidir, diseñar y adjudicar obras públicas no parece hacer mella en el ánimo de las autoridades pues, sin siquiera un asomo de autocrítica, se disponen a reincidir en el error, como si un cambio de maqueta fuera suficiente para enderezar un proyecto que, como ya es innegable, está muy mal encaminado.
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