Mañana, 25 de mayo de 2009, se cumplirán doscientos años del pronunciamiento revolucionario de 1809 que tuvo lugar en Charcas (también La Plata, Chuquisaca y ahora Sucre), la ciudad de los cuatro nombres.
Resulta penoso que tan magna celebración –de verdadera naturaleza continental- se encuentre devaluada en nuestro propio país por querellas domésticas entre opositores y gobernantes. Semejante aniversario merecía sin duda algo trascendental, por encima de mezquindades o politiquerías de la hora. Lamentablemente, hasta el momento de escribir este comentario, la situación parece ser contradictoria con respecto al ejemplo de esa gesta en materia de unidad patriótica y de luchas compartidas. Ha predominado una visión corta, estrecha, muy por debajo de la necesaria visión histórica del magno evento de hace 200 años.
En la capital Sucre de hoy, la Universidad de San Francisco Xavier fue en el pasado el faro intelectual de la libertad sudamericana. Desde la vieja Charcas partió hacia todos los puntos cardinales de las colonias hispanas un brote de independencia que derivó en la emancipación sudamericana, alcanzada finalmente en 1825 tras los triunfos de Junín y Ayacucho. Chuquisaca fue, además, la simiente de la República de Bolivia, nacida allí hace casi 184 años, aunque en este 2009 se haya transformado en “Estado Plurinacional”.
¿Qué dirán los historiadores en el futuro frente al bochorno de unos y otros? Seguramente manifestarán que Bolivia, una vez más, no pudo superar rencillas o diferencias internas en aras de un sentimiento nacional único. Triste en verdad. Es un hecho: faltó grandeza y sobraron rencores.
Consideramos que este aniversario debería haber estado por encima de banderías u opiniones en pugna. Sucre merecía de lejos una festividad en grande y con plena participación nacional e internacional. Las cosas no salieron así por diversos motivos que no entraremos a detallar, pues no se trata ni de eso ni de dar razones o sinrazones. Sentimos profundamente que el aniversario de Charcas sea objeto de controversia y que se lo intente minimizar o menospreciar. No era lo que correspondía. Sí era pertinente un sentido nacional profundo y de verdadera unidad entre bolivianos, expresada ésta mediante hechos concretos, no en volátiles palabras.
El Gobierno tendría que haber honrado con todos los honores a nuestra Capital en este inminente aniversario. La presencia oficial en todas las festividades de Sucre debería haber estado por encima de las políticas de coyuntura, pero en esta malévola danza que juntos bailan opositores y oficialismo, primaron el egoísmo, el encono, el rencor.
Sucre merecía una fiesta de realce. No será así. Los responsables de este patético fiasco -de uno y otro lado- serán juzgados más adelante por el tribunal implacable de los tiempos. De nuestra parte, saludamos en este bicentenario de su grito libertario al hermano pueblo de Chuquisaca y hacemos votos por la superación de rencillas, para poder transitar así el anhelado camino de una fraterna conciliación entre bolivianos.
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