El presidente les ha dicho a los embajadores de Bolivia en el mundo que no pueden pensar por sí mismos, que deben dedicarse a hacerle propaganda al Gobierno y difundir el discurso oficial del "cambio" que él mismo se encarga de repetir en todos los foros internacionales.
Vamos a dar por sentado que todos los representantes diplomáticos van a obedecer la recomendación y que, por ejemplo, comenzarán a repetir que Bolivia es un lugar seguro para las inversiones extranjeras y que nuestro país es un territorio donde impera la justicia porque se ha puesto en marcha una verdadera revolución que permite la transparencia y la celeridad de los procesos judiciales. También machacarán hasta el hartazgo que Bolivia es un país libre de mafias y cárteles del narcotráfico y que las fuerzas de seguridad nacionales son muy eficientes en el control de las drogas, de ahí que se incauta mucho más cocaína que en el pasado, hecho que de ninguna manera refleja un incremento de la producción como lo señala la ONU, entre otros organismos multinacionales. Todo eso será posible solo en caso de que en los actos, en los cocteles y cualquier evento a los que suelen asistir los embajadores, nadie tenga el atrevimiento de mencionar el caso Ostreicher, el caso Sanabria o las decenas de tomas de minas en la que operan empresas extranjeras.
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