Las marchas y bloqueos en las demandas de reivindicaciones de varios sectores dejan en claro que, con semejante ambiente, se pone en duda que nuestro país esté en condiciones de lograr su desarrollo en un plazo razonable. Es más: nuestras carencias se hacen más evidentes con el deterioro del Estado de derecho, la baja calidad democrática, el inadecuado funcionamiento de las instituciones y, lo que es muy grave, las amenazas de violencia fratricida. Todo esto cuando crece la inseguridad ciudadana, además de la falta de efectividad para combatir los delitos de un hampa que cada día se siente con mayor confianza y actúa con más ferocidad.
Cualquier análisis sobre esta preocupante situación que lamentablemente se viene repitiendo, debe partir, en efecto, de una fácil comprobación: las leyes no se cumplen, ni se avizora un clima propicio para la convivencia civilizada de los ciudadanos; convivencia que debe asentarse en la común convicción de que no hay paz ni progreso si no se respetan las libertades democráticas y no se cumplen las obligaciones.
El bloqueo de calles y carreteras, hace ya más de siete años fue la medida favorita de las protestas opositoras de los cocaleros sindicalizados de Chapare; la base fundadora del Movimiento Al Socialismo, que ahora –se dice– “toma su propia medicina”. Pero no hay propósito de enmienda. Ante las protestas se ha llegado a convocar a los militantes del oficialismo para la defensa callejera del llamado ‘proceso de cambio’. Es de temer, entonces, que haya víctimas, como resultado de una respuesta autoritaria a las demandas populares. Esta conducta amenazante contradice lo que tanto se proclamó: “Somos de la cultura de la vida y de la paz”.
Es cierto que la protesta es un incuestionable derecho ciudadano. Pero, cuando se expresa en agresivas marchas y bloqueos de calles y carreteras, ocasiona perjuicios y, a la vez, limita los derechos de quienes no participan en las acciones callejeras destinadas a reclamar derechos y mejoras. Y se hacen interminables cuando falta disposición en quienes manejan el Estado para concertar soluciones. Así, se agravan los conflictos.
“El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen” (Goethe). En efecto, el comportamiento oficialista en los últimos años muestra la imagen de un Gobierno inflexible e insensible, siempre dispuesto al enfrentamiento y a ordenar duras medidas de represión contra las protestas, sean estas justas o desmedidas. (Autor: Marcelo Ostria en El Deber)
Abogado y diplomático
1 comentario:
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