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jueves, 29 de agosto de 2013

nadie tiene la receta a ser aplicada, ni una varita mágica para resolver el intrínculis de Palmasola que hace sangrar a Bolivia

Sin receta mágica en Palmasola
Mauricio Aira

Bastantes lágrimas y lamentos se han derramado por la inenarrable tragedia de Palmasola. Ha conmovido la muerte de 35 personas hasta ahora y del elevado número de heridos a causa de la asfixia y posterior incendio de uno de los edificios dentro de la ciudadela inmersa en pleno centro de Santa Cruz de la Sierra. Lo sucedido es el marco de referencia para retrotraer las historias que se cuentas sobre las cárceles de Bolivia y de la existencia de una especie de “sindicato de presos” que funcionan en concomitancia de policías y magistrados, que aceptan su vigencia sin poner reparo alguno.

Los relatos de ser estos “sindicatos” instrumentos de extorsión, administración, regulación del régimen interno a que someten a los recién ingresados y que parecían cuento de hadas, habían sido reales, con toda su dramática vigencia. Markus Lutteman nos entregó en idioma sueco “El Choco: el ciudadano sueco en la más famosa cárcel boliviana” que en sus 300 páginas y numerosos testimonios gráficos relata el sistema de extorsión que rige en San Pedro para “administrar la vivienda” imponiendo precios caprichosos de 500.- dólares para arriba, que el reo tiene que pagar a como dé lugar al dueto formado por criminales y policías.

Mucho más cerca ha sido el empresario estadounidense Jacob Ostreicher en sus contactos con los medios, con la experiencia de haber pasado casi dos años dentro de Palmasola y el testimonio recogido por un exagente del FBI, convertido en jurista e investigador privado, que nos dieron los detalles “del cobro por el sindicato Palmasola” de diversos montos por todos los motivos, al punto que “nada hay allí que no tenga precio” y como lo revelara una madre en declaración reciente “le tuve que conseguir a mi hijo 1.500 bolivianos” para que no “le sigan pegando ahí dentro”, en referencia al llamado “seguro de vida” que se cobra coercitivamente a todo recién ingresado.

Sin poseer una receta para que desaparezcan estas monstruosas deformaciones del régimen carcelario, haría bien la autoridad competente, desconocer totalmente el funcionamiento de estos “sindicatos de presos”, ya que la idea motriz de que éstos se organizen fue que coadyuvaran al “mejor pasar de los internos” en cuanto a sus necesidades humanas y para velar porque sus derechos mínimos de salud, relación familiar, asistencia jurídica, etc., no sean burlados. Esto lo primero y hacer un relevo de todo el personal de policías desde soldados rasos, clases y oficiales, hasta los máximos jefes, estableciendo por escrito el rol de sus atribuciones y jurisdicciones sin dar lugar a torcidas interpretaciones que dividen la autoridad en el Gobernador de la cárcel y el responsable del Régimen Carcelario dependiente del ministerio de Gobierno.

Estas primeras medidas no significan ningún gasto y pueden ser ejecutadas de inmediato. Las otras medidas estructurales propuestas por expertos, políticos y juristas y que demandan presupuestos y erogaciones tendrás que venir acto seguido, pues el problema humano derivado del incendio del pabellón B, que debería ser arrasado y desaparecer para levantar otro edificio más moderno y racional que contribuya a olvidar el episodio negro de “conchocorito”.

Tomar en cuenta la reiterada recomendación de la Iglesia en sentido de examinarnos y establecer el grado de nuestra responsabilidad sea en la omisión y el olvido del problema en una negativa actitud de “no me importismo” que parece abarcar parte de la ciudadanía que abomina de Palmasola al mismo tiempo que nada hace para mejorar la suerte de los 5.200 internos que habitan la ciudadela, convertida en una vergüenza nacional.



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