El Carnaval y Oky Chiarella

El encanto de Cochabamba ha de situarse en las altas y ásperas colinas de San Pedro y San Sebastián que descienden vigilando el curso del río Rocha, hasta cierta altura, donde fenece para señalar los confines de la villa que coinciden con el extenso valle que se alza en los umbrales de los palacetes y casonas señoriales, que lucen sus pulcros estilos arquitectónicos y se yerguen a manera de grandes cirios mientras al centro del jardín desmenuza su carcajada de diamante, al centro de la Plaza Mayor, dentro de esos salones del Club Social que se eleva bajo la cúpula de un cielo turquesa.

Ésa es la síntesis de lo que hasta hoy es el Carnaval de Cochabamba, lleno y disperso de diferentes manifestaciones de alegría, música y deleite. Todavía aparecen esos grupos de juventudes como Los Caribes, Los Haraganes, Los Jets y tantos otros, bailando por las principales calles y avenidas de la ciudad, pidiendo agua para juegos y piruetas que alegran el Carnaval.

Con relación a la imaginación, no se puede pasar por alto el talento de Óscar Chiarella, para todos nosotros simplemente “Oky”, quien año tras año nos deleita preparando un excelente espectáculo lleno de alegría, humor y genialidad. Este amigo tan querido que se convierte en un ícono de esta fiesta del Carnaval. Todavía está en nuestro recuerdo, hace algunos años, cuando en el Club Social entró triunfante con Noemy Villa Gómez como Cleopatra y él como Julio César. Otro año,  con toda una” tropa de perritos” como los Dálmatas cuando estaban de moda. El pasado año con todo un grupo como La Cenicienta, por citar sólo algunas de estas muestras de alegría y buen humor, debidamente ataviados con el detalle de disfraces y atuendos para cada ocasión.

Sobre  los jóvenes y viejos  de este tiempo y su imaginación, se indica que esta especialidad  consiste en el aprendizaje casi memorial de las disposiciones de los códigos, gentes que hablan siempre con seguridad de lo que dicen, aficionados a evocar épocas remotas, citar nombres y narrar con sus detalles los culminantes detalles que se trasunta ahora en el Carnaval. En Cochabamba, se opina que poco cambian las costumbres, y no se renuevan casi nunca. Para ellos es casi un error  romper de hecho con lo tradicional… Estos paisanos no conciben otro cielo mejor, otro clima más bondadoso, otros aires más puros que el clima, la comida más deliciosa y los aires de Cochabamba. No es en rigor, que no los conciban, es que no se lo imaginan, y no es por falta de imaginación, es que los pueblos que se creen los mejores, suelen ser pueblos imaginativos.
Al analizar lo que se manifiesta, es importante aclarar que cuando se dice que Cochabamba es un pueblo que procede de la raza mestiza y quechua, soñadora. Los cochabambinos aclaramos en forma meridiana: que quiere decir eso de soñadora. ¿La raza quechua y mestiza es que soñaba o que dormía? Hay muchas maneras de soñar y hay pueblos imaginativos que se pasan la vida soñando, pero siempre el mismo sueño y de la misma manera. Para el imaginativo, la vida es sueño y es para él la vida sueño, porque el sueño es vida, porque sus sueños tienen realidad de cosas vivientes.

El cochabambino es imaginativo, sueña, reproduce, reconstruye, hace propio lo mismo que ve y es emprendedor. Un hombre de negocios emprendedor sueña los negocios. Distingue a los cochabambinos esta manera de ser y en este Carnaval nuestro representante es Oky Chiarella.  Por el contrario, constantemente desacreditamos cualquier viveza maledicente, esa viveza hija de la malicia y que florece en burlas y en tomadura de pelo. La verdadera imaginación es seria y grave, la más honda inteligencia desconoce las burlas hábiles y las habilidades felinas. El vicio que carcome a los pueblos habladores es la envidia, la terrible envidia, compañera inseparable de la vanidad.
En este nuevo Carnaval tengo mucho gusto de esgrimir algunos conceptos de nuestra tierra y de nuestra gente.

El autor es columnista de Los Tiempos.