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domingo, 5 de abril de 2009

críticas contra la Policía Nacional que desatiende Santa Cruz. "somos tratados como enemigos" el asunto pasa de castaño oscuro

Veinte días atrás llegó el nuevo comandante departamental de la Policía. Al igual que el anterior, llegó sin previo aviso, con la típica indiferencia y desdén del centralismo hacia nuestro departamento. A todo esto, su antecesor duró escasos siete meses, el anterior tres meses y el anterior igual o menos, y así sucesivamente. La principal ciudad de la República –y centro económico nacional– es tratada por la Policía y por el Gobierno como un lugar de paso, un sitio apto para decir “ahí estuve” y luego procurar una promoción para los coroneles en las alturas de La Paz. Increíble pero cierto, a las pruebas me remito.
Ya me cansé de escribir –lo reitero una vez más– que en lo personal nada tengo contra la Policía Nacional, pero su excesiva rotación de jefes designados para Santa Cruz irrita y no ayuda en nada para brindar seguridad a la gente. Es así como campea hoy la delincuencia hasta límites irrefrenables. Por otro lado, la dirigencia local se lamenta y se rasga las vestiduras, pero ni siquiera ha intentado armar un cuadro policial propio, algo elemental en toda región que quiere hacer “autonomía al andar” como se pregona y como se estableció en el Estatuto Autonómico que aprobamos el pasado 4 de mayo mediante histórico referéndum. Sin una Policía propia, bien equipada, estable y eficiente, seguiremos cautivos de un cuerpo policial altiplánico –casi de ocupación–, que además por sus manías rotativas no permanece en sus cargos, va y viene sin cesar, no dejando nada duradero, nada efectivo.
O se negocia seriamente con el Gobierno una posición más sólida de la Policía y que ésta esté siempre en coordinación con la Gobernación, o rápidamente comencemos a procurar asesoramiento externo para la formación de una Policía Autonómica, que preserve la integridad y seguridad de los ciudadanos que habitan en nuestra región. Por ahora la chacota sigue y sigue…
Y conste que no basta con no acudir al ‘reconocimiento’ del jefe policial de turno o rasgarse las vestiduras en señal de ‘ofendido’. El mismo desdén que nos muestran hay que reciprocarle a ellos mientras sus actitudes centralistas no cambien. Caso contrario, seguiremos siendo objeto de una burla silenciosa que nuestra tierra oriental de ninguna manera se la merece ni tiene por qué aguantar.

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