Ese es el motivo por el que todos sus desvelos están destinados a una pretendida Ley Electoral que finalmente le garantice el control absoluto del voto de los bolivianos, tanto para fraguar lo que necesite fraguar a su favor como para sobre representar lo que le conviene- el occidente rural, o contrariamente subrepresentar al oriente del país, o para tener el control de las dos cámaras y finalmente anular el engorroso trámite de que diputados y senadores como representación política- territorial del Parlamento balanceen la democracia en pesos y contrapesos que finalmente exigen dialogar, pactar, negociar y finalmente aunque esto sea imperfecto plantean llegar a acuerdos que son más civilizados que cercar el Congreso cada vez que se quiera imponer una de las avidadas del Gobierno o cada vez que se decide tiranizar un poco más al pueblo a nombre de que está destinado y obligado a votar para que le aprieten un poco más las clavijas.
La actual constitución no corrige ningún problema de los que existían en el país, más bien los agrava, los magnifica, los está volviendo cojamente astronómicos, está llevando peligrosamente a que el país tenga sólo Gobierno y a que en contraposición se le ampute el Parlamento, quitándole las piernas de la justicia independiente y por último sumiéndolo en el coma profundo de una Corte Nacional que funciona para controlar el fraude a su antojo.
Si las cosas siguen el curso que el Gobierno pretende imponernos, tendremos sin duda un Parlamento levantamanos y los electores irán a votar por cumplir con este deporte oficial. El país será definido por el voto rural, los citadinos tendrán que acostumbrarse a depender de lo que manden las mesas electorales rurales sobresaturadas por el voto exigido y sobre exigido y magnificado a fuerza de sobre inscriptos.
Escuchemos lo que dice la última encuesta de Ipsos, Apoyo, Opinión y Mercado: del mes de marzo 2009, que nos muestra que la aprobación del presidente Evo Morales (49%) ha sufrido una caída de 6 puntos porcentuales con relación al mes anterior. Por primera vez el nivel de apoyo al Presidente se encuentra por debajo del 50%. El nivel de aprobación de la gestión del Gobierno también muestra una importante caída y alcanza el 43% de aprobación (-7%), el nivel más bajo desde la ascensión de mando de Evo Morales en enero de 2006.
Los que apoyan al Presidente se refieren a sus acciones prebendalistas, bonos, etc, lo que nos muestra que son los que aspiran a vivir del Estado y están ilusionados en que el asistencialismo solucione sus problemas. Los que le quitan su apoyo plantean que su Gobierno está plagado de actos de corrupción, apuntan a su incapacidad para gobernar a su mala gestión y a que está dividiendo el país.
Esto nos muestra que la democracia amputada no es del agrado de los eficientes y sí entusiasma a aquellos que están apostando a vivir de la mamadera del Estado.
La democracia coja es un grave riesgo porque el Gobierno de Morales pretende tapar su ineficiente gestión de politiquería barata con leyes y normas chuecas, que le favorecen con trampas y fraudes más allá de la opinión que tenga el pueblo.
Triste papel para un Gobierno que no tiene el valor de someterse al verdadero veredicto del pueblo.
Evo se ve obligado a mentir cada día más.
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