El anuncio hecho en días pasados por el presidente Evo Morales, sobre la aprobación de un financiamiento de 5 millones de dólares para la construcción del Museo de la Revolución Democrática y Cultural en el poblado orureño de Orinoca, lugar de su nacimiento, ha causado malestar entre quienes ven con preocupación la manera como están siendo establecidas las prioridades en la actual gestión gubernamental.
En efecto, la noticia fue objeto de muchos cuestionamientos tanto por el hecho en sí mismo, pues a contra corriente de lo que seguramente se sostiene en los círculos áulicos, afecta negativamente la imagen presidencial, como porque se produjo precisamente cuando las autoridades gubernamentales insisten en la necesidad de administrar con austeridad los recursos estatales cuando de satisfacer demandas de la sociedad se trata.
A lo anterior se suma una serie de dudas sobre la manera como se procedió en todo el proceso que condujo a la presentación del museo de Evo Morales. No se conoce que hubiera ni invitación pública ni licitación, no se sabe de dónde provendrán nada menos que 5 millones de dólares (de los originalmente 500.000 bolivianos previstos) ni quién ni en virtud a qué méritos se hará cargo de la ejecución del proyecto.
Son, en fin, justificados los motivos que llevan a cuestionar la pertinencia de la obra anunciada, por lo que bien harían las autoridades gubernamentales, y muy especialmente las del área cultural, en despejar las dudas y explicar al país su necesidad e importancia.
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