Cárcel para varones en Cochabamba, con capacidad para nomás de 200 personas, apila hoy en día 700 que viven un infierno de nunca acabar. El más terrible de todos los castigos, no es solamente estar privado de libertad de movimiento sino sobrevivir en un mar de gente a toda hora de día y de noche, de ser víctima del mal humor y la maldad de los más violentos.
Y aunque parezca de Ripley (ver para creer) conviven en la prisión mujeres y niños de los presos porque simplemente no tienen "dónde ir" que no sea estar al lado del jefe de familia.
Si pensamos que allí se cocina, se lava la ropa, se trabaja por ej., en la producción de muebles de madera y otros objetos tenemos una abrumadora realidad cuando se afirma que allí "no cabe un sólo alfiler más". Los talleres tienen máquinas y "bancos de trabajo" que por las noches se habilitan como "camas de dormir", los siete infiernos de Dante son poca cosa comparados con la promiscuidad, el apilamiento, la extraordinaria excesiva carga que soportan estos "seres humanos" que cualquiera hubiese sido su delito, no tienen merecido este terrorífico castigo.
Qué fácil resulta para la gobernación "vendemos los terrenos de cuatro o cinco sitios" y compramos uno grande para construír una gran cárcel", aunque el proyecto reconoce que puede demorar hasta tres años encontrar una solución.
Sugerimos en cambio habilitar sin demora nuevos galpones en El Abra, donde felizmente su proyector Monseñor Walter Rosales, concibió un espacio de expansión, de modo que antes de pensar en "ilusorios proyectos" hay que echar la mano a lo existente. El costo será eminentemente menor, y la solución más pronta, sin perjudicar otras soluciones de largo plazo. Lo habíamos sostenido en anterior comentario, El Abra tiene espacios para la expansión, la infraestructura existe, agua y desagues y vías de comunicación y los sistemas de seguridad se extenderían sin mayor proyecto.
La cárcel actual, se puede ver en el tejado cuartuchos improvisados, construídos por los mismos internos y el gravísimo riesgo de vidas humanas, que aumentarían el drama que de por sí sobrellevan esos cientos de hombres y mujeres que cumplen sus deudas con la sociedad, algunos con razón, otros sin ella.
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