El proyecto del Mutún, que en realidad está esperando la voluntad política hace un siglo, estaba llamado a ser el emblema del "proceso de cambio", que por el contrario, optó por convertir a YPFB en su buque insignia, poniendo a explotación del gas como un fin en sí mismo, cuando lo prometido y lo correcto era usarlo para la industrialización.
Una de las primeras decisiones que tomó el gobierno del MAS en 2006 fue precisamente expulsar a la empresa brasileña que había iniciado un prometedor proyecto de explotación y lo hizo con argumentos nacionalistas y ecologistas, dos visiones que se han derrumbado por completo, junto con la industrialización, el fracaso más grande que ha tenido este proceso político.
A la compañía EBX la expulsaron con el pretexto del uso del carbón vegetal para la producción de arrabio y lo curioso es que este recurso sigue explotándose en la frontera para que la misma empresa produzca, genere empleos, exporte e industrialice los recursos naturales a pocos kilómetros de allí, pero del lado brasileño, donde el socialista Lula y la exguerrillera Dilma Rousseff no son tan dogmáticos ni tan demagogos como nuestros políticos.
El gobierno del MAS tuvo la suficiente plata, la autonomía política y el apoyo para elaborar su propio proyecto y así como optó por la Jindal, hubiera sido posible traer una compañía venezolana, cubana o de cualquier lado para llevar adelante el emprendimiento más ambicioso de la historia nacional, capaz de transformar al país desde todo punto de vista, pues además avanzar en la industria pesada, el Mutún tiene un componente geopolítico y estratégico muy importante. Además, como el centralismo siempre le ha tenido miedo al desarrollo del oriente, era el momento de evitar que las fuerzas locales se apoderen del negocio y por el contrario, entregárselo a la Comibol, para que siga alimentando la voracidad de la inoperante hegemonía tradicional del occidente.
Desde el punto de vista energético, también era el momento preciso, gracias al auge de la producción gasífera, con un gasoducto pasando a pocos kilómetros del Mutún. No parecía ser un problema para el gobierno, destinar una pequeña fracción del inmenso volumen de gas que se exporta a Brasil y Argentina, pero nadie se explica por qué fue que ni siquiera YPFB pudo destinar tres millones de metros cúbicos diarios que solicitaba la Jindal.
Pese a todo lo que se pueda decir de la ineficiencia y a todo lo inexplicable que sucedió, hay que admitir que la Jindal no fue la mejor opción y de eso nos dimos cuenta todos desde el principio. Aun así, ha habido años para cambiar de rumbo, elegir otro socio y buscar la manera de hacer que el Mutún sea una realidad. Sin embargo, las autoridades optaron por llevarlo todo al terreno de la política, de la propaganda y la persecución judicial, chicanerías que solo funcionan para el entorno criollo en el que nos movemos, pero que no tienen cabida en tribunales internacionales, uno los cuales acaba de darle la razón a la empresa hindú, que además de los 22,5 millones de dólares, pretende llevarse otros 100 millones.
En resumen, en todo este nuevo capítulo del Mutún, pinta de cuerpo entero a un Gobierno que dice mucho, habla por todos lados, que repite y machaca, que miente y convence a raudales, pero que a la hora de la verdad y de hacer balances serios...
El gobierno del MAS tuvo la suficiente plata, la autonomía política y el apoyo para elaborar su propio proyecto y así como optó por la Jindal, hubiera sido posible traer una compañía venezolana, cubana o de cualquier lado para llevar adelante el emprendimiento más ambicioso de la historia nacional.
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