Zelaya, Chávez y Obama
Sucede que ahora discrepo con casi el mundo…; por supuesto, con el mundo de los extremistas y de los ingenuos. No creo que el alejamiento de Manuel Zelaya de la presidencia de Honduras haya sido abominable, regresivo y, por tanto, condenable. Por el contrario, veo que, por lo menos por ahora, se ha conjurado el plan “bolivariano-castrista” de asegurar la perpetuación en el poder en Honduras de este converso populista, ahora seguidor del antidemocrático “Socialismo del Siglo XXI.
A ver: ¿no es, acaso, ilegal y abusivo que un presidente se empecine en una consulta patrocinada por un gobierno extranjero, al margen de la legalidad y con el propósito común de los populistas de prorrogarse indefinidamente en el poder? ¿No es una prueba de la injerencia de Chávez que los materiales para el sondeo, encuesta, referendo o como se llame, fueran transportados a Tegucigalpa por aviones militares de Venezuela? ¿Y no es, también, condenable que, ante el conflicto de poderes en Honduras, Chávez, en franca intromisión –ya van…-, vocifere, insulte y amenace con defender al régimen del converso movilizando a las fuerzas militares de su país? Nadie se inmutó por lo que puede ser un precedente para intimidar a los auténticos demócratas.
En el Consejo Permanente de la OEA sólo se escucharon lastimeros e inflamados discursos de defensa de una supuesta democracia. Nadie habló sobre la amenaza chavista de emplear la fuerza en un conflicto obviamente interno. No hubo equilibrio. No lo mostró el siempre mesurado Canadá, tampoco el reflexivo México, ni el hábil Brasil y menos aún el representante del gobierno de Obama que, acomplejado, sólo atinó a débiles mensajes, faltos de coraje para defender la auténtica democracia de sus ostensibles enemigos. Se impuso el tenebroso Insulza, vendido al chavismo. Claro, ahora ya se regala el título de demócrata al electo, aunque luego se empeñe en terminar con la libertad. Y en eso estará UNASUR, cuya presidenta ya se aplazó en el caso de Pando, en Bolivia.
¿Se volverá ahora en Washington el tratamiento de “Dear Commander”, de algunos senadores estadounidenses pusilánimes de las épocas del inicio del horror sandinista, y ahora será “Dear colonel Chávez”?
Debo confesar que Óscar Arias Sánchez, presidente de Costa Rica, era un tipo que me caía bien. Hace poco pronunció un formidable discurso ante los chacales del populismo. Pero ahora, como apóstol bueno, se conduele de la suerte de Zelaya, el siervo del chavismo, que abjuró de convicciones y compromisos y que se encaminaba a reeditar un modelo nada democrático, al estilo de Castro y de Chávez. ¿Arias se estará curando en salud?
Y tenía que salir, en medio de su propia derrota electoral, la presidenta argentina que, como antiguo y desgastado gramófono, se deslengua atropelladamente contra “el salvaje” golpe contra su compadre, el ”demócrata” Zelaya, que no tuvo ni muertos ni heridos.
Y qué decir de los demás. Todos a la moda: No hay que tocar un pelo de los lacayos del extremismo, de los Correa, Morales y Ortega, de los amigos de la teocracia de los ayatolaes, ni de los que estén prestos a emplear –y ya lo han hecho- la violencia fraticida y a embarcarse en aventuras militares para lograr sus espurios designios. Ya se denunció una frustrada incursión de militares venezolanos y sandinistas en un lugar fronterizo de Honduras. Todo esto cuando se produce el anuncio bravucón del orate de Caracas de que ellos –los “bolivarianos”, castristas, masistas, sandinistas, correístas, ¿quién más?– van a derrocar al nuevo presidente hondureño. Y todos felices, ignorando la amenaza.
Reaccionar contra un gobierno espurio entregado a designios antinacionales había sido patrimonio de los extremistas. La tolerancia para los ellos, para nadie más. Aplausos para la rebelión de los populistas, que no disimulan sus propósitos de terminar con la libertad…
Así las cosas, ni el Chapulín Colorado podrá salvarnos…, y, menos aún, el chapulín moreno del Norte…