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lunes, 22 de junio de 2009

en qué momento intuyó Churchill que debía desoír a Hitler y desenmarcarar sus maniobras para adueñarse del mundo?


Somos dueños de nuestro destino

“Somos dueños de nuestro destino. Somos capitanes de nuestra alma”, es una conocida frase de -Winston Churchill-.

En Bolivia vivimos actualmente una circunstancia en la que muchos ciudadanos sienten que no están siendo tomados en cuenta para aportar a la construcción del destino de nuestro país o para sentirse dueños de sus propias vidas. Esto nos lleva a cuestionar porque motivo, razón o circunstancia un hombre o un grupo humano puede afirmar que es dueño de su destino o que no lo es en distintos grados de subordinación o en una categoría que implique un marginamiento o alienación a nivel absoluto.

Este cuestionamiento nos lleva a revisar la afirmación que alguna vez hiciera Winston Churchill, que como bien sabemos tuvo una historia política plagada de dificultades, las cuales finalmente fue sorteando guiado por su firme determinación a enfrentar las batalla que su época le señalaba a su país dentro de una agenda política que según la concepción de Churchill emplazaban a los ingleses a enfrentar inexorablemente una segunda guerra mundial.

Lo que Winston Churchill identificó en los prolegómenos de la segunda contienda mundial, fueron los excesos cometidos por algunos gobernantes, hablamos en forma más específica del caso de Adolfo Hitler, quien con sus prácticas políticas comenzó a recortar las libertades y los derechos bajo el uso de la fuerza, la coerción y la violencia.

Esto llevó a que Churchill reconociera que estaban frente a una rotunda forma de dominación que no iba a tener límites y que era una inútil tarea todo el esfuerzo que su gobierno ponía, cediendo cada vez más terreno al dictador con la excusa de que así apaciguaría el ánimo beligerante de Hitler.

Churchill estaba convencido que ser dueño del propio destino y capitán de la propia alma implicaba un momento de decisión, sopesar las situaciones a las que el Fuhrer sometía a los pueblos vecinos en sus intentos de dominar el mundo, medir fuerzas, pero sobre todo estar convencido que entregarse era un destino y luchar por no dejarse someter implicaba otro destino, pero en todo caso ambos destinos eran fruto de una decisión, de una convicción que lleva a los pueblos o a los seres humanos en particular a dejarse dominar o a evitar ser dominados, sabiendo los costos, las pérdidas y las batallas que se tienen que librar en este sentido.

Sabemos que quienes se entregan sufren el embate de la dominación, y que quienes no se entregan tienen que sufrir las consecuencias de enfrentar a quienes están dispuestos a doblegarlos y hacerlos esclavos, en todo caso cada quien en lo personal y cada pueblo en lo particular elige el destino de la libertad o la sujeción.

A la frase que acuñó Churchill podemos agregar que nada es casual y todo es fruto de la inteligencia, el arrojo, el liderazgo y la autodeterminación con la que una persona o un pueblo cuenta o no en un momento determinado y en una circunstancia histórica definida por ciertas coordenadas insoslayables.

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