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viernes, 19 de marzo de 2010

el autor muestra estarse repitiendo en Bolivia la estrategia nazi de Goebles de mentir y mentir hasta que algo quede en el alma del boliviano


Iván Arias Durán

¿Desclasificación de archivos? o ¿Patria o muerte?

¿Qué prefieren? Pareciera ser la encrucijada en la que puso el Gobierno a las FFAA. La presión para desclasificar los archivos militares parecía inevitable, mucho más en un gobierno que ha labrado su discurso y gloria en contra de los militares fascistas y corruptos que oprimieron, ya sea de forma indirecta o directa, en la República excluyente y racista.

Acorralado por el empuje de su propia lengua libertaria y la tenaz acción de los familiares que buscan desde hace décadas que se desclasifiquen los archivos militares para el total esclarecimiento del asesinato y desaparición de Juan Carlos Flores Bedregal, Marcelo Quiroga Santa Cruz y de otros mártires de las dictaduras, el Capitán Supremo de las Fuerzas Armadas del Estado Plurinacional y actual Líder Espiritual de los Indígenas del mundo, no podía dar marcha atrás sin que ello signifique poner en duda sus palabras y honorabilidad.

De los once principios que J. Goebles aplicó en la gestión propagandística del nacionalsocialismo, el séptimo, referido al “Principio de Renovación”, señala que hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. En criollo, el maestro de la propaganda fascista, nos dice que hay que saber tirar al córner los temas urticantes, saber distraer y desplazar la atención pública con otro que lo reemplace. No sabemos si los asesores de la revolución democrática y cultural conocen los principios señalados, pero que en este caso y en cientos de otros lo aplican con maestría, arte y perfección, no hay duda.

Después de carnavales los “masmedia” nacionales estaban infectados con el tema de la desclasificación, se hablaba que un fiscal entraría al Gran Cuartel de Miraflores y hasta Arce Gomez, ex ministro de la dictadura narcofacista, se atrevió a decir que había un “diario del ejército” en el que se hallaban los datos precisos de los desaparecidos e implicados.

La papa desclasificadora quemaba al oficialismo y a los milicos, libres y presos. Había que hacer algo. Inmediatamente apareció en el ambiente un tema que opacó al anterior: la orden para que los militares en vez de gritar “subordinación y constancia”, exclamen “patrio o muerte” e incorporen en sus símbolos la wiphala. Como por arte de magia, cientos de declaraciones y choros de tinta salieron de las bocas y manos de defensores y detractores de semejante medida. Superando la rapidez de los bordadores del gran poder, se presentó el nuevo escudo de armas del Ejército y, así, día a día se alimenta la “discusión de tan importante tema” a la cual caemos como chorlitos.

¿Y los desaparecidos? Siguen desaparecidos y los culpables impunes. Los militares pareciera optaron por rebajarse a jugar de milicias y corear algo raro, antes que poner en riesgo sus mandos y red de lealtades internas. Olga Flores, integrante de los familiares de desaparecidos, aun confía que la recién nombrada Corte Suprema haga cumplir la orden judicial que obliga a desclasificar los archivos y así ver si “realmente estos nuevos magistrados no son más de lo mismo”. Con los militares subordinados hasta el rugido, dudo que algún día sepamos donde están los cuerpos de los luchadores sociales que, paradójicamente, de estar con vida, quizá la mayoría de ellos estarían felices y apoyando el actual proceso de cambio como miles de sus excamaradas vivos lo están haciendo bajo la consigna “ahora nos toca”.

* El autor es ciudadano de la República de Bolivia
Miembro de columnistas.net

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