Poco favor hacen a sus legisladores los dirigentes del MAS y las autoridades del Órgano Ejecutivo al prohibirles debatir sobre los proyectos de ley que están siendo tratados en la Asamblea Legislativa. Si se conviene en que además de legislar este órgano debe servir para educar a los representantes en el debate, la reflexión y la actuación políticos, una vez más se desperdicia esta oportunidad en aras de objetivos de cortísimo plazo funcionales al partido de gobierno.
Se trata de una actitud que puede convertirse en un bumerán, como sucedió con la Asamblea Constitucional, en la que las decisiones adoptadas en La Paz por el gobierno central o en Santa Cruz, por el Comité Cívico, hicieron que se desperdicie el aporte de los constituyentes elegidos, que, con honrosas excepciones, terminaron convertidos en simples levantamanos con ingredientes que dañaron incluso su dignidad como seres humanos, como sucedió en Oruro.
Volviendo a la Asamblea Legislativa, es decepcionante que sean los operadores del al parecer retórico “cambio” quienes reproduzcan viejas prácticas, con un aditamento más: antes, la aplicación del rodillo era para que la oposición –que numéricamente importaba-- no tenga posibilidad de bloquear la incitativas del oficialismo; en cambio, hoy, dada la contundente mayoría que tiene la bancada masista, pareciera que lo que buscan sus dirigentes es impedir que en el debate sus propios legisladores se den cuenta de las intenciones que dominan a quienes circunstancialmente ocupan el palacio quemado.
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