Nadie podrá negar que el conflicto suscitado sobre la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos es –todavía– extremadamente peliagudo. La sorpresiva llegada del expresidente brasileño, hábil negociador, tiene el objetivo de consolidar el negocio de una carretera de mar a mar. En el momento de cerrar este comentario, quedan muchos cabos por atar.
El Sr. Presidente había declarado al inicio del conflicto que “la carretera se construirá pese a quien pese”. Y más tarde agregó que el pliego de los marchistas era “inatendible”. Por su parte, la marcha de los pueblos de tierras bajas seguía soportando el hambre, la sed, el cansancio y las dudas sobre los resultados de su esforzada caminata. El sistema informativo oficial trató de deslegitimar a los jefes de la marcha, acusándolos de vendidos al capitalismo, serviles a USAID, y a las ONG transnacionales. Incluso un medio de comunicación gubernamental recurrió al golpe bajo de acusar a un dirigente de beodo.
Los llamados al diálogo, entre ellos los del cardenal Julio Terrazas, no fueron escuchados por ninguna de las partes contendientes. La tensión llegó a su límite cuando en la madrugada del domingo la televisión oficial dio la noticia de que el Gobierno estaba dispuesto a escoger otro itinerario alternativo, “por la izquierda, por la derecha o por el centro” o “haciendo puentes, por encima de los árboles”. ¿Y por qué no subterráneos o subacuáticos? ¿Los marchistas le habían doblado el brazo al Gobierno, o el Gobierno los había vencido por la inasistencia médica y el agotamiento, o hay gato encerrado que, desconocemos? Estas y otras preguntas se hace la gente deseosa de que la controversia acabe en paz y justicia. Sin embargo, la dificultad para confiar en un arreglo razonable está en que la información oficial no es siempre creíble.
Ahora bien, desde el primer anuncio de la construcción de la carretera se levantaron voces alertando que abrir la selva a los agricultores de otras regiones era facilitarles la ampliación de la frontera del cultivo de la hoja de coca. Y que franquear el camino a los maderos ilegales es acabar con especies de árboles centenarios y de maderas finas. Lo que acabo de escribir no son previsiones, son ya una realidad flagrante. Por último, aunque debió ocupar el primer lugar de esta escueta descripción, es que el Gobierno no abandonó sus proyectos petroleros que, por cierto, ya han empezaron a trabajar, sin posible vuelta atrás.
Pero, vengamos a los contratos con las diversas empresas concesionarias que ya han visualizado suculentos negocios con el Gobierno. Los negociadores tienen todas las facilidades para enriquecerse en menos tiempo de lo que canta un gallo. Veamos algunos casos suficientemente conocidos pero dudosamente resueltos: firma de contratos sin licitación ni libre competencia, es curioso que el precio de referencia de la discutida carretera presentado por ABC fuera más del doble del calculado por el extinguido Servicio Nacional de Caminos Institucionalizado. Los sobreprecios se gestionan en las condiciones del contrato “secretas”, en el otorgamiento del contrato a empresas que no cumplen los requisitos exigidos, y en otras martingalas delictivas. Y, encima, no denuncie estas y otras irregularidades porque Ud. irá a la cárcel y los mafiosos construirán un palacete en alguna urbanización de lujo. Un caso lamentable de conocimiento público es que, desde que ABC se hizo cargo de las carreteras no entregó ni una que fuera iniciada en su gestión. Las que entregó fueron gestión del SNC. Y aquí no hay transparencias ni tribunal que falle con plena justicia. La moraleja es que tan sólo personas de un alto y reconocido comportamiento ético, son capaces de resistir tan fuertes provocaciones a delinquir. ¡Si todos lo hacen…!
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