La cumbre que organiza el gobierno para los próximos días -a fin de rencauzar el proceso de cambio- está presentando síntomas preocupantes de más de lo mismo, pero peor.
Se ha advertido que uno de los puntos fundamentales de su agenda, será el tratamiento del rol de los medios de comunicación. Los profanos sospechamos que las causas de toda esta agitación oficialista se da -en principio- debido al alarmante 54% de desaprobación ciudadana a la gestión de SE y el marcado y público distanciamiento con la ciudadanía en general.
Uno de los premios nacionales de periodismo acaba de ser otorgado a un equipo de prensa de una importante cadena televisiva por su trabajo en el seguimiento de la marcha indígena y testimonio de la represión violatoria de elementales derechos y libertades. Eso es lo que molesta. Nada de lo que se diga, se escriba o se grabe, debe contradecir el discurso oficial so amenaza de ser imputados de traición.
Probablemente se decidirá por un pronunciamiento de alto vuelo e impacto internacional con el objeto de abolir el Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que reconoce la libertad de expresión e información, Recalcar que la libertad de prensa está sacramentada también en la Constitución Política del Estado, y que por lo tanto, su respeto es obligatorio, es ocioso. Para coartar el derecho de expresión y de información, no es necesario cerrar un medio e imponerle una multa de millones de dólares al estilo Correa o Chávez. Basta con la amenaza velada, la constante alusión y el pretendido embargo del pensamiento y la expresión. Las medias verdades son tan malas como las medias leyes cortas que ocultan intencionalidades confrontacionales. Pronto se nos vendrá encima la gran declaración de Cochabamba, tan perniciosa y grotesca como la de Tiquipaya.
Regular los medios es el más caro anhelo de la actual administración y por supuesto son sus sectores sociales los encargados de vociferar cuán enemiga es la prensa independiente por poner en evidencia la mentira de la imagen del país de maravillas. Y no es negativismo. Es simple constatación de experiencia.
La cumbre pinta de por sí un canto a la limitación de expresión. Se ha resuelto no invitar a los partidos políticos de oposición –o sea a todos que no sean ellos- y como consuelo, se dice que el partido de gobierno –como tal- tampoco asistirá. Así que será una reunión de cofrades asalariados y algunos arrimados por propio interés y veremos hasta donde se les permite independencia de criterio. Con esa manera tan sui géneris que tienen el presidente y el vice de adaptar todo a su comodidad, ejercerán de nuevo una inédita forma de democracia que excluye cualquier opción a debatir diferentes puntos de vista.
Los 300 delegados del Conalcam fungirán de coro celestial. Yo me pregunto ¿no se aburrirán de tener que pensar todos igual? Quién sabe si lo que los aburre es simplemente pensar. Claro que con la parafernalia rimbombante que ya caracteriza a las reuniones del Estado Plurinacional, sus cocaleros y sus movimientos sociales, esta será una nueva ocasión para degustar la afamada gastronomía cochabambina, mientras el libreto fotocopiado y sellado por García Linera, circulará a granel.
Un tópico insoslayable sería el relacionado al por qué el Estado no contempla entre sus funciones la creación de empleo. Humildemente opino que si no se quiere crear empleo, no debe meterse a empresario porque si el objetivo de sus emprendimientos es el de crear riqueza para el Tesoro General para ser usado en gasto corriente, hablamos de capitalismo de estado salvaje, en su más amplia acepción. A no ser que guarden el secreto de una industria privilegiada de una decena de trabajadores que aporte cientos de millones de dólares al erario plurinacional. Si la gestión fuera medianamente buena, bastaría con dejar trabajar a los demás en lo que saben hacer, dejar de amedrentar para que sean otros los que inviertan en emprendimientos productivos que sí generan fuentes laborales. Pero es sabido que no les complace que nadie que no sean ellos, capten la atención o se apunten un logro.
Pero esos son detalles, lo importante es que la cumbre sí formulará “una tesis política mundial para salvar a la humanidad del capitalismo, o un nuevo sistema financiero mundial” (sic). Si al menos la cumbre incluyera un examen de conciencia y propósito de enmienda, habría algo de esperanza.
Aparentemente, su belicosidad necesita de nuevos frentes y para ello nada mejor que las universidades públicas. Como no se da puntada sin hilo, la provocación se vuelve personal con esta nueva frase “los cocaleros prefieren que sus hijos vayan a las universidades privadas. En la San Simón hay mucha perversión”.
Acomodémonos para espectar la cumbre. Promete ser histórica.
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