Ahora, cuando ya es inevitable afrontar la dura realidad, sólo queda esperar que la nueva crisis sirva para evitar el colapso del proyecto
Por fin, después de muchos años durante los que la información fue sistemáticamente ocultada, algo de claridad ha comenzado a vislumbrarse al final del túnel tras el que se construye la represa del Proyecto Múltiple Misicuni, aunque aún muy tenuemente. No es gran cosa todavía, pero por algo tiene que comenzar la apertura de los muchos velos tejidos con mentiras, medias verdades, informes falsos, contratos secretos y un sinfín de oscuros manejos con que desde hace ya muchas décadas se ha ido ocultando la verdadera naturaleza y magnitud de los problemas que impiden que Misicuni deje de ser para Cochabamba la mayor causa de frustración colectiva.
Lamentablemente, todo parece indicar que la decisión de afrontar la dura realidad y evitar el colapso definitivo del proyecto no es el fruto de una voluntad institucional, compartida y ejecutada armónicamente por las diversas reparticiones estatales involucradas, sino una imposición de las circunstancias.
En efecto, es muy significativo que hayan tenido que transcurrir casi tres años desde que a principios de 2011 comenzaran a conocerse los primeros indicios sobre serias desavenencias entre la empresa Grande Lavori Fincosit (GLF) —mayoritaria en el Consorcio Hidroeléctrico Misicuni (CHM)— y la Empresa Misicuni, antes de que las autoridades involucradas reconozcan el hecho y actúen en consecuencia.
Durante todo este tiempo, los esfuerzos se concentraron en ocultar los argumentos esgrimidos por Grande Livori Fincosit para negarse a continuar con las obras, con la consiguiente pérdida del financiamiento italiano. Y más aún, se recurrió a los más diversos artilugios para evitar que se hagan públicos los términos en los que se reformuló el contrato con el CHM. Nunca se quiso reconocer, pero desde un principio se supo, que ese Consorcio no reunía ninguna de las condiciones legales ni técnicas necesarias, a pesar de lo que se insistió en tan irregular situación hasta que fue inevitable el desenlace actual.
De cualquier modo, y aunque sea demasiado tarde para lamentar el tiempo perdido y las varias decenas de millones de dólares de cuyo destino nadie parece dispuesto a rendir cuentas, lo importante a estas alturas es que se afronte la realidad tal cual es, sin caer en la tentación de incurrir en nuevos engaños.
No será fácil emprender esa tarea, pues son tantos los años durante los que las irregularidades se han ido acumulando una tras otra, y tantas las personas que desde cargos jerárquicos, técnicos o administrativos tendrán que asumir o deslindar sus respectivas responsabilidades, que resulta muy alto el riesgo de que todo se reduzca a un inacabable intercambio de acusaciones y recriminaciones.
Felizmente, la gravedad de la situación está dando lugar a un radical y urgente cambio de actitud. La decisión del actual presidente de la Empresa Misicuni de rescindir el contrato con el CHM es un primer paso, pero de nada servirá si no va seguido de una rigurosa investigación sobre los motivos que tuvieron los anteriores presidentes y gerentes de la empresa para actuar del modo como lo hicieron. Si no se actúa con el máximo rigor, lo más probable es que la misma historia continúe repitiéndose con sólo ligeras variantes de forma.
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