Uno de los mayores riesgos que pesan sobre el futuro de Kanata es la tentación de eludir los temas con más potencial conflictivo
Entre los temas que suelen ser recurrentes en este espacio editorial desde hace ya muchos años, figura el relativo a nuestro perseverante apoyo a la creación de una sola unidad metropolitana capaz de unir los siete municipios (Sacaba, Cercado, Quillacollo, Tiquipaya, Colcapirhua, Sipe Sipe y Vinto) que en los hechos ya constituyeron espontáneamente una conurbación hace mucho tiempo.
Por eso ahora, cuando después de tres años de lentos pero fructíferos avances el proyecto se ha plasmado en la promulgación de la Ley 533 de Creación de la Región Metropolitana Kanata, sólo cabe congratular a quienes desde sus respectivas áreas de influencia fueron despejando los escollos y allanando el camino hasta llegar al punto actual.
La importancia del paso dado se multiplica si se considera que Kanata será a partir de ahora el principal referente de procesos similares que tendrán que encarar otros municipios del país. Es el caso de la urbe cruceña que con Warnes, Palmasola, La Guardia y Cotoca o de La Paz, donde también, independientemente de los límites oficiales, en la práctica ya existe una sola unidad metropolitana que abarca a todos los municipios que las rodean.
Sin embargo, a tiempo de reconocer la importancia del paso dado, y para evitar que las excesivas expectativas sean motivo de posteriores frustraciones, vale la pena señalar que éste no es el final, sino sólo el principio de un camino que sin duda será largo y lleno de dificultades. No será fácil, por ejemplo, que las autoridades ediles, y tras ellas la gente que vive en cada uno de los municipios, superen la estrecha visión localista para remplazarla por una mirada más amplia, capaz de abarcar la mancomunidad en toda su dimensión.
Los primeros problemas que el Consejo Metropolitano deberá afrontar son tan grandes y complejos que para resolverlos exitosamente hará falta mucho más que buena voluntad. La construcción de una red de distribución de agua potable, de una planta procesadora de basura, otra de aguas servidas, entre muchas otras tareas urgentes, son sólo los primeros ejemplos de lo ardua que es la labor que espera a quienes tienen ahora la responsabilidad de dar a Kanata, y ya no sólo a sus respectivos municipios, las soluciones que tanta falta hacen.
Hay que advertir, por otra parte, que uno de los mayores riesgos que pesan sobre el futuro de la naciente Región Metropolitana es la tentación de eludir los temas con más potencial conflictivo, como lo vienen haciendo los siete municipios involucrados. El caótico y multifragmentado sistema de transporte público es un ejemplo.
Entre los temas que de ningún modo pueden estar ausentes entre los primeros y mayores retos de quienes constituyan el Consejo Metropolitano, el más importante es sin duda el relativo al uso de suelos. El hecho de que ninguno de los siete municipios haya aprobado hasta ahora un Plan de Ordenamiento Territorial (PMOT), por el enorme potencial conflictivo que conllevan los múltiples intereses involucrados, no puede ni debe servir como pretexto para que tal omisión se reproduzca a escala metropolitana. Por el contrario, si en verdad se quiere que la Región Metropolitana Kanata cumpla su cometido, ése debe ser el primero de sus desafíos.
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