Marcelo Rivero
En cumplimiento de su rutina predilecta, días atrás el presidente de la nación de nuevo echó sapos y culebras contra prefectos y líderes de los departamentos que se le oponen -fuera de pedir a los milicos que les den un escarmiento-, especialmente de Santa Cruz y Beni, aunque también hay que incluir a Tarija y Chuquisaca que lo mismo le son adversos. En realidad lo serían casi todos si no fuera que un ilegal referéndum en el que se campeó el fraude -además a deshora y con la complicidad del adenismo que ahora reaparece estrenando otra capucha para regocijo del oficialismo-, hizo saltar a las primeras autoridades de La Paz y Cochabamba y, en cuanto al de Pando, pues el gobierno tras cruenta maniobra lo metió preso y lo reemplazó a dedo con un servidor. Entre el desatino de cosas, como que si los militares fuesen los dueños de la situación y la ley y la justicia estuviesen en su manos, les insistió para que tundeen y fusilen a cuanto terrorista, separatista y descuartizador se atraviese.
He ahí la forma de gobernar en esta Bolivia que en los últimos años está siendo embarcada en aventuras extremistas a título de luchas absurdas contra 500 años de coloniaje, para derrotar el capitalismo, el neoliberalismo y al ‘imperio (digan esa pretensión), para vencer el subdesarrollo y la pobreza. Creen que lograrán estos objetivos con un comunismo a ultranza que sus mismos fundadores sepultaron por haber resultado un aborto, con más coca, sin fuentes de empleo, con sueldos miserables, con bonos para captar a los ingenuos y con un blablablá insustancial, enrevesado, con sabor a odio y racismo. ¡Todo lo contrario de lo que hizo Nelson Mandela en la ahora progresista Sudáfrica!
Pero si las FF.AA le toman la palabra al jefe del Estado, tampoco olviden poner atajo a ese terrorismo de Estado que desde comienzos de 2006 se campea por el país, impidan el separatismo y descuartizamiento en 36 naciones que están haciendo con Bolivia, no permitan que sean suplantados -como imitando a los bárbaros que asolaron Europa hace 1.500 años- los sacrosantos emblemas y el nombre de la patria, no toleren las peores intromisiones de sujetos que oprimen a sus pueblos, no dejen que destruyan las instituciones tutelares -incluida la propia-, que se sustituya la Carta Magna por una que nació en la ilegalidad y que es contradictoria e ininteligible, que conculquen la democracia para imponer el despotismo, el continuismo y el endiosamiento de individuos, sin olvidar que también nuestros gobernantes se inmiscuyen en asuntos extraños, lo que ha costado advertencias, enemistades, rechazos y pedidos de disculpa después de meter las bailadoras.
En fin, son tres años y medio de sembrar cizaña en una Bolivia más sumida en la desesperanza, en agonía interminable y cada vez más presa de un inventado socialismo para reverdecer lo que nunca dio un buen fruto. Que lo digan, si no, la ex URSS y sus ex satélites que hace cerca de dos décadas pudieron despertar de su larga pesadilla.
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