La industrialización de los países es mucho más que un proceso económico, es un acontecimiento más amplio que influye en todos los aspectos de la organización social. La transformación del Estado en el siglo XVIII, entre otros, fue consecuencia de la incorporación de la máquina a vapor a los procesos productivos. En la época agrícola las relaciones sociales son familísticas, los dueños de los medios de producción contratan a sus parientes, sin tomar en cuenta su formación intelectual y en el mejor de los casos a sus amigos. En la época industrial es imprescindible contar con personas suficientemente capacitadas más allá de sus relaciones familiares con los poseedores de las unidades productivas correspondientes.
No es posible, o por lo menos no es fácil, lograr niveles democráticos avanzados sin dar paso a la industrialización de la economía. Una de las causas de los regímenes autoritarios en los países pobres y atrasados es la supervivencia de formas de producción agrícolas. Los coroneles en la América portuguesa y los caciques en la hispana constituyen pruebas fehacientes de la significación de los procesos productivos en la organización política de los pueblos y en las relaciones sociales que se dan en ese contexto.
Evidentemente, la industrialización no es un acontecimiento mágico, ni sólo fruto del deseo, es imprescindible cumplir algunos requisitos históricos. En primer lugar, está el nivel de evolución del propio Estado, esto quiere decir un grado cultural que comprende principios, valores, normas, instituciones y procedimientos, el ambiente debe ser propicio para la producción, como parte de un proceso colectivo consciente y deliberado. En segundo lugar, es necesario contar con los factores productivos necesarios: trabajo, recursos naturales y capital. El mercado influye en la rentabilidad de las empresas, pero puede ser movilizado en la lógica de la calidad y el precio, definidos en las unidades productivas correspondientes.
Dada nuestra experiencia, sabemos que el componente decisivo de la economía es la conducta humana, sin trabajo, los demás factores, por sí solos, no tienen ninguna significación, las máquinas más perfectas instaladas en algún lugar no cambian ni producen nada, lo mismo sucede con el dinero aun en cantidades inmensas. Sólo el trabajo transforma la naturaleza y, en esa dinámica maravillosa, transforma al propio hombre. Los países que han logrado niveles de evolución admirables educan a su gente, la preparan para que con su propio esfuerzo resuelva sus necesidades y conquisten su libertad. Quién no sabe lo que necesita y peor aún quién no sabe cómo satisfacerlas, no es dueño de su destino.
Actualmente, quizá como nunca en el pasado, el país cuenta con dinero. Se dice que las reservas en el Banco Central están por encima de los once mil millones de dólares, aún considerando la disminución de la capacidad de compra de la moneda norteamericana tal cantidad es excepcional. La banca privada también dispone de un monto considerable. En manos de la población, la masa monetaria circulante es equivalente al ahorro acumulado en la entidad emisora estatal. Hay dinero y recursos naturales, lo que falta es capacidad administrativa, tanto en ámbito público como privado. Lamentablemente, no hemos podido mejorar el discurso estatista del anterior siglo, los empresarios privados se conforman con ganar lo suficiente para satisfacer sus necesidades familiares, las universidades reproducen y prolongan la mentalidad agrícola y sindical del pasado. No hay quien planifique y organice a las nuevas fuerzas productivas y sociales que han trasladado al país a otro nivel de acumulaciones cuantitativas importantes.
Llama la atención que lo único que se le ha ocurrido a la administración de turno es contratar los servicios de una empresa china para que instale una fábrica de cemento, precisamente, aquí en Cochabamba donde ya hay una instalada hace cuarenta años y otra a punto de entrar en funcionamiento. Las dos fábricas pertenecen a la Cooperativa Boliviana de Cemento Industrias y Servicios, entidad equidistante del capitalismo, así como del socialismo decimonónico. Con la nueva planta, la Cooperativa producirá más de ochocientas mil toneladas anualmente. La demanda regional, actualmente, es del cincuenta por ciento de ese total. Considerando un crecimiento del quince por ciento, podemos decir que la necesidad de cemento está satisfecha para los próximos años. La Cooperativa tiene capacidad económica, administrativa y tecnológica para tomar las previsiones necesarias a fin de que nunca se produzca una drástica descompensación entre la oferta y la demanda.
Lo que debe hacer el Gobierno es elaborar un plan completo en materia de cemento, en el que se debe señalar, claramente, las funciones encomendadas al sector privado. Las empresas que desde hace tiempo operan en el sector están en condiciones de responder eficientemente a los desafíos del desarrollo nacional. Obviamente, siempre y cuando, el Gobierno establezca las condiciones políticas y jurídicas indispensables con carácter sistémico y estable. Muy pocos, quizá nadie, invertirían esfuerzo, tiempo, dinero, allá donde la suerte de la gente se debate en la dinámica incierta de acontecimientos definidos por decisiones que pueden resultar sorprendentes.
La Cooperativa Boliviana de Cemento Industrias y Servicios, está en condiciones de acordar, con los niveles correspondientes del sector estatal, planes y programas en relación con los objetivos, tanto públicos como privados, del desarrollo nacional. Para el cooperativismo, lo esencial es el sentido humano de la economía. Obviamente, precautelando la existencia y el fortalecimiento permanente del sistema, está siempre dispuesto a producir para satisfacer las necesidades de la gente, compatibilizando, tanto la calidad como el precio, con la capacidad de compra de la población.
Estando plenamente resuelta la necesidad de cemento en la región, lo que las autoridades deben hacer es realizar inversiones para instalar otro tipo de industrias, por ejemplo, una fábrica de automotores, con atención especial a maquinaria agrícola. Cochabamba es una región con cualidades excepcionales para la producción de alimentos, desde la región se puede abastecer no sólo al país sino a las naciones vecinas. Actualmente y, quizá siempre, lo más importante es producir alimentos para la gente. Los pueblos pueden vivir sin minerales, sin petróleo, sin otros medios prescindibles, pero sin comida es imposible. El aumento asombroso de la población pone, en primer lugar, al sector agropecuario. Bolivia está en condiciones de cumplir un rol plausible en esta materia.
Otros sectores, en los que hace falta capital y tecnología, son la de medicamentos, ropa y productos eléctricos y electrónicos. Realizar inversiones y otros esfuerzos allá donde las necesidades ya están atendidas es algo que no se puede explicar fácilmente. Quizá sea la expresión más dramática de la pobreza y del atraso. Cemento hay y habrá en cantidades suficientes, en el marco de un tiempo razonablemente suficiente. La Cooperativa ya está estudiando la ampliación de la fábrica que entrará en funcionamiento el próximo año. Éste es un negocio en el que las previsiones deben ser tomadas en periodos de tiempo más o menos largos.
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