En el actual debate entre Gobierno y pueblos indígenas sobre si debe o no modificarse el tramo II de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos que atraviesa el Tipnis, se contraponen muchos intereses y se manifiestan de nuevo dos concepciones del “vivir bien”.
Los dirigentes indígenas del Tipnis se oponen al trazo propuesto por verlo como una amenaza. La razón es que, si bien una carretera es un útil vínculo de comunicación y transporte, quienes mejor lo aprovechan son los que vienen de afuera para expoliarles de sus territorios y de sus recursos.
No se cierran a que haya una carretera pero sí a cómo se la plantea unilateralmente “quieran o no quieran los indígenas”, sin respetar su derecho constitucional (art. 30.15) e internacional a una consulta “previa, libre e informada”. A ello se añade la persistente invasión por cocaleros y madereros, aun sin carretera, con el agravante de que el lugar es además Parque Nacional.
El pasado 29 de marzo el PIEB ya divulgó que un estudio financiado por el Gobierno de Dinamarca mostraba, a partir de 20 indicadores, que, con ese trazado, en 18 años podrían ser desforestadas 610.848 hectáreas del Tipnis, es decir, el 64,5 por ciento del territorio. ¿Dónde queda la defensa de la Madre Tierra y la sostenibilidad futura?
Esa actitud indígena es consistente con la de otros pueblos amazónicos del Ecuador, Perú y Brasil. El mes pasado participé en un evento con diversos grupos indígenas del sudoeste brasileño sobre o bem viver (nuestro �vivir bien�) y todos coincidían en ver las estradas (carreteras) y los mega barragens (represas) más como amenazas que como ventajas.
El Gobierno parece más dispuesto a negociar con sectores del sur del Tipnis, ya muy metidos en negocios de tierra con cocaleros. A fin de cuentas Evo surgió de los cocaleros. Pero los otros no les reconocen como sus legítimos representantes. En el fondo siguen estando en conflicto dos concepciones del desarrollo, en este caso, amazónico: el del vivir bien (todos) con un estilo moderado y sostenible vs el de vivir mejor (sólo algunos a costa de los otros), con el que los menos poderosos y marginados de siempre siguen quedando más marginados. La primera opción es también la que se ha pedido en los foros sociales mundiales: la otra Amazonía posible y necesaria; por ejemplo, reconociendo el valor del ióxido de carbono de los bosques. Es cierto que, a nivel macro, necesitamos buenos caminos; su ausencia dificulta también el vivir bien. No se trata pues de oponerse totalmente a cualquier carretera. Pero sí hay que escuchar a todos, respetar a los más débiles y prever la sostenibilidad futura.
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