El presidente Evo Morales da impulso al turismo interno y externo como una potencial fuente para incrementar los ingresos a la economía nacional con base en la creciente participación de este rubro en el PIB. La responsabilidad recae en el Ministerio de Culturas y en el Viceministerio de Turismo. Como se desprende por la naturaleza del asunto, intervienen otras instancias como los ministerios de Salud, de Obras Públicas, de Finanzas, gobernaciones, municipios.
Este asunto está en manos de un joven ejecutivo, Marco Machicao, quien tiene la confianza de los operadores privados, pues mostró suficiente apertura y conocimiento para que se realicen planes en conjunto.
El Estado cuenta con un presupuesto de 20 millones de dólares facilitados por el Banco Interamericano de Desarrollo y destinó 800 mil dólares a una campaña para posicionar la imagen del país en las principales cadenas de comunicación en la región y en el mundo y en ocasiones propicias, como la trasmisión de juegos deportivos.
En los últimos meses se desarrollaron encuentros sectoriales en distintos puntos del país y finalmente un gran seminario con la asistencia de las mayores agencias y de los dueños de los principales hoteles.
El turismo, se sabe desde hace más de un siglo, transformó la inquietud de los aventureros y caminantes, en una exitosa industria —le dicen “sin chimenea”— que moviliza millones por todo el mundo. Países como Italia, España, México o Cuba explotan al máximo ese potencial.
Bolivia tiene todos los dones de la naturaleza (salvo playa y mar, que tuvo hasta 1879) para ser un lugar privilegiado de paseo.
El Estado Plurinacional quiere explotar todos esos recursos y, siguiendo una iniciativa del expresidente Carlos Mesa, centrarse en los destinos más demandados: Salar de Uyuni, Rurrenabaque y la floresta, la Chiquitania, además del que recibe más curiosos, Copacabana, sin descuidar el resto del territorio, sobre todo Sucre y Potosí. Coroico es otro punto interesante.
Todo está bien, salvo que la casa sigue desordenada y muchos factores atentan contra la iniciativa. El primer asunto es el logo, donde aparece la hoja de coca, como si aquella fuese atractiva para el turismo en gran escala (salvo para los mochilleros que gustan de la cocaína). Hay quejas contra los videos regionales, las imágenes y las músicas que los acompañan.
No están solucionados asuntos que sufrimos todos los que amamos viajar por Bolivia y más aún los forasteros. Las agencias/hoteles/servicios en Uyuni y en Rurrenabaque no cuentan con un control —como hubo antes de 2006— que garantice que cumplen lo que ofrecen. Los hospedajes en Los Lípez no mejoran, ¡ahí sí que no hay agua potable! El caso de Concepción es una excepción y podría ser un ejemplo nacional, pues dueños de hospedajes y restaurantes, la alcaldía, las organizaciones privadas, fueron capacitados por Cepad para la óptima atención al visitante.
Los servicios de transporte terrestre son muy malos, incluso los expresos. Tampoco es confiable la puntualidad del tren y llegar por avión a Bolivia es cada vez más difícil. Todo ello sin contar, además, con los bloqueos por asuntos sociales o festivos.
En esas condiciones, sigue difícil atraer al turista jubilado, el más interesante.
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