En la tragedia Macbeth, William Shakespeare describe los efectos, externos e internos, de la ambición desenfrenada por el poder. Los dos personajes centrales, Macbeth y su “digna” esposa, Lady Macbeth, personifican la capacidad que tiene el mal de dominarnos y enloquecernos, desde el momento que, cegados por la ambición, cedemos a sus métodos y acciones. A partir del asesinado de Duncan, el buen rey de Scotland, la sangre y las muertes no paran, tampoco encuentran descanso las almas de los asesinos, perseguidos por sus remordimientos y ofuscamientos. (texto de F.Zaratti. título del editor)
Una escena de gran efecto es la aparición del espectro de Banquo, el leal general degollado por orden de Macbeth, instigado a su vez por su esposa. Durante un convite, la sombra ensangrentada de Banco entra y se sienta en la silla de Macbeth quien, a partir de ese momento, vive entre alucinaciones y remordimientos hasta morir por la espada del noble Macduff.
En Bolivia carecemos no sólo de la gran novela minera, como anotaba Guillermo Lora, sino de la gran tragedia política, casi por los mismos motivos, aunque sobren hechos en qué inspirarse.
También en el reino de Cambioland vaga una sombra, la “sombra de Bako”, la de una víctima más de la acusación ligera e infundada, de la actitud cobarde que se ensaña con gente de bien, con el propósito de amedrentar o escarmentar a los adversarios. Se quiso matar en vida al hombre, dicen por tener un apellido croata, arrebatándole la honra y encerrándolo “preventivamente” en una cárcel durante tres semanas; a aquel que dejó una vida apacible en el exterior para volver al país gracias a un consenso inédito del Congreso para que limpiara la institución madre de todas las corrupciones.
No conformes con aquello, usando el puñal de la justicia y la fiscalía, arremetieron contra su salud y su patrimonio instaurándole 23 juicios en diferentes ciudades del país hasta acabar con su vida, cuando fue obligado a asistir a una audiencia en La Paz, en contra de la orden médica.
Una vez escuché a un jerarca del reino, padrino de la (in)justicia, quejarse de la “insensibilidad’ de la justicia boliviana. ¿Acaso hubo sensibilidad y humanidad en las acusaciones, en las presiones, en las persecuciones y en los silencios cómplices, incluso de los ahora “librepensantes”?
La “sombra de Bako” persigue a sus verdugos y no se disipa con lágrimas de cocodrilo, ni con echar la culpa a los sicarios. Sólo se le devuelve la paz en este mundo mediante la rehabilitación pública y el pedido de perdón por parte de los condes Macbeth y sus ladies de ese reino.
Una pieza sublime de la tragedia shakespeariana es el monólogo de Macbeth al conocer la muerte de su esposa (Acto V, Escena V):
“…La vida no es sino una sombra ambulante, un pobre actor que se pavonea y apura su hora sobre el escenario y luego nunca más es escuchado. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada…”.
Cambien “La vida” con “El poder” y tendrán retratada la tragedia que culminó con la muerte de José María Bakovic, un 12 de octubre del 2013.
Rolando Morales, hermano de otra ilustre víctima de esa indignante para-justicia, en una valiente columna de hace un año en Página Siete, ha propuesto declarar al 12 de octubre “Día de la Víctima Política y Judicial”. Siendo imposible que ese día sea instituido oficialmente, ¿por qué no declararlo virtualmente, en las redes sociales, en nuestras casas y en nuestros corazones?
Lo haremos en honor a un mártir de la justicia, un hombre de bien, una víctima insigne de esa “sombra pasajera” que es el poder insaciable e insensible, en memoria de José María Bakovic
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