Mientras el clima social y político que imprime el Gobierno a nuestro país no nos permite una tregua, en medio de una apretada agenda de fin de año en la que el MAS tomó la Contraloría y aprovechando que el Contralor General de la República se encontraba de vacaciones lo destituyó e impuso un Contralor interino.
Nombró en ese cargo a un diputado del partido de gobierno que ha sido muy cuestionado debido a que pesan sobre él denuncias y sospechas de tener vínculos familiares con el hampa del tráfico de drogas, sin que se hubiera resuelto el caso de contrabando de 33 camiones que involucra al ministro Quintana, y al mismo tiempo que sin pausa y sin tregua el Gobierno madrugó al país con el cambio del Alto Mando Militar, realizado nuevamente por vía irregular a través de un decreto.
Mientras todos estos hechos nos ofrecen un apretado e irrespirable marco político-social, la llegada del nuevo año nos inauguró también con un luctuoso suceso del que apenas hemos tenido tiempo para analizar sus repercusiones.
Se trata del asesinato del joven estudiante de Auditoría, Adán Arze Zarcillo, de 26 años de edad, quien encontró la muerte a manos de la policía cuando retornaba a su casa en compañía de su novia y una pareja de amigos después de celebrar el fin del año 2008 y el inicio del 2009.
Los hechos ocurrieron como a las 5:30 del 1 de enero, cuando un patrullero en el que se desplazaban los policías Vitaliano Condori Huanta, Waldo Osvaldo Centellas Poma, Flavio Demetrio Laime Calle y Daniel Nelson Mamani Ayala, iniciaron una persecución por el sólo hecho de sospechar del automóvil que conducía Arze, dicen que porque este llevaba vidrios oscuros.
El desenlace fatal ocurrió en el momento en el que los policías los interceptaron y cuando los jóvenes salieron del vehículo para rendirse ante la persecución, momento en el que por lo menos dos de los uniformados abrieron fuego sin ningún motivo justificable, acribillando a Adán, quien murió víctima del impacto de las balas asesinas. El policía Vitaliano Condori, admitió "haber sentido que su arma (9 milímetros) disparó un proyectil"; según él, "no se explica cómo sucedió eso" y afirmó que se trató de un accidente.
No podemos entender cómo un policía entrenado para enfrentar situaciones de riesgo y que debe enfrentar continuas acciones relacionadas con civiles sobre los que pueden surgir sospechas, que conoce plenamente el reglamento para este tipo de intervenciones, en un caso en el que no existía más que una peregrina duda, haya podido proceder con tanta temeridad y sangre fría, disparando sobre personas que no tenían armas y que no mostraron otra resistencia que no sea una huida ocasional a las fuerzas policiales.
Si analizamos el contexto, los policías sabían que estaban patrullando una ciudad en la que todos sus habitantes habían salido de fiesta y en la que al momento de retirarse a sus hogares estos querían llegar sin mayores inconvenientes y tropiezos, sin ser molestados por posibles chantajes, menos de la policía que tiene en sus manos la posibilidad de privar de libertad aduciendo "n" faltas que están contempladas en el código de seguridad ciudadana o como posibles delitos de tránsito.
Los jóvenes se sintieron perseguidos, entendiendo que podían entrar fácilmente en problemas o sufrir algún tipo de extorsión en la medida en que habían ingerido alcohol en la fiesta y serían sometidos a la prueba de alcoholemia y seguramente terminarían su noche en la cárcel, privados del reposo que deseaban, en medio de multas y problemas que seguramente deseaban esquivar. Quizás ese fue el motivo para que a esas horas del amanecer, asediados de forma intempestiva quisieron evadir el control policial, sin tener ningún otro motivo que no fuera el de no caer en situaciones engorrosas.
Los policías por su parte, estamos seguros que sabían que los jóvenes no eran peligrosos. Había muchas señales que los llevaban a saber a ciencia cierta que no estaban frente a maleantes, sino frente a posibles "pavos" o víctimas de los que pretendían algún rédito para terminar la recolección de la noche del Año Nuevo.
Hasta aquí la historia no reviste ningún misterio, porque podemos reconstruir los móviles, las intenciones y la situación que se dio en ese cruce fatal de los jóvenes posibles "pavos" con la patrulla de policía que sabemos que suele hacer la vista gorda a los atracos, a los maleantes reales de carne y hueso y que anda buscando a quienes interceptar para llenar su alcancía.
Pero, el asunto y el gran interrogante es saber porque los policías abrieron fuego, y aquí se nos queman los papeles a los que estábamos acostumbrados en la película habitual, porque quiere decir que hasta hace algún tiempo los policías eran considerados corruptos, no fiables, se sabía que asaltaban con la ley en la mano, pero como resultado de este hecho podemos colegir que ahora no sólo asaltan sino que también se sienten en amplia libertad de matar al que los contrarió o al que no se entregó a sus propósitos como una mansa palomita.
Resulta de estos hechos que desde que los del grupo Delta mataron impunemente y a sangre fría a las cinco personas acusadas del presunto secuestro del colombiano Leonardo fandiño Pinzón, acción que no habría sido resultado de un enfrentamiento, como primero lo afirmó la policía, ajusticimiento del que hasta la fecha no se hace justicia, podríamos estar ante el caso de algunos policías que se sienten con suficientes alas, con amplia libertad de que "se les dispare el arma" cuando los ciudadanos no se entregan mansos y en paquete cerrado a sus requerimientos. El mensaje sería "no nos la hagan difícil que ustedes no valen nada y el dedo se nos puede resbalar".
Convenimos en que estamos ante un crimen que no sólo muestra el nivel de inseguridad en el que vivimos, sino que nos indica la descomposición social de nuestro nivel de convivencia, nos muestra una sociedad propensa al delito, con una institución del orden que cobija a gatillitos fáciles, con todo lo que eso significa de patología social y personal, de la procreación del delito y el crimen que es practicado contra los ciudadanos por quienes fungen como autoridades.
Se ha perdido y truncado una joven vida y esto además de constituirse en un grave delito es irreparable, por lo que se debe exigir el peso de la ley, pero ya sabemos cómo son las cosas, porque en Bolivia hay celeridad para cambios que son favorables a la "revolución" que está instaurando el gobierno, mientras se hace oídos sordos a los temas que implican protección para los ciudadanos.
Si antes había inseguridad ciudadana, hoy estamos ante un contexto de todo vale, porque quien tiene poder y autoridad hace lo que se le da la gana. Esto nos da un contexto en el que procrea la impunidad del delito que esta del lado del poder, del delito al que se suman también los uniformados y por lo tanto este es el mejor caldo de cultivo para que aparezcan en nuestras calles los boogie los aceitosos, a los que no les cuesta decir perdón, lo siento, para que los dejen seguir practicando el tiro al blanco en ciudadanos que "les hacen difícil sus tareas de represión o de recolección". ("Gatillo Fácil" de Centa Reck en Hoy Bolivia)
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