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sábado, 15 de enero de 2011

no obstante todas las críticas al gasolinazo aparece ésta de Demetrio Reynolds "Apu Mallku hora cero" que se refiere a las horas dramáticas del 2010


Para quien estaba acostumbrado a ganar, a ser ungido como triunfador en todas partes, debió ser amarga la derrota. Después de firmar una decisión presidencial, no es fácil borrarla con el codo; muy pocos --acaso nadie-- lo haría. Morales disimuló su fracaso; fingió no sentirlo. Pero estaba reflejado en su rostro y en el acento de su voz. Era el 31 de diciembre, casi al filo de registrarse una nueva cifra en el calendario.

No debió ser su arma lo que siempre estuvo en su lengua para satanizarlo. Y, sin embargo, tomó en sus manos esa bandera: Los carburantes como en el mercado internacional. Con esa ley neoliberal se propuso liquidar el contrabando. Metidas las de andar, se contuvo al borde del abismo. Un paso más y habría rodado por la pendiente, llevándose todo el aparato del fantástico Estado Plurinacional.

El momento especial de Año Nuevo le facilitó un margen de maniobra. Retrocedió cuando sus ojos vieron que la avalancha social se le venía encima. Tal vez recordó que ese mismo turbión desbocado utilizó él, en el pasado, para derrumbar a dos presidentes constitucionales; pasó por encima de toda ley y de toda norma para encaramarse en el poder en el tiempo que quería.

“No es gasolinazo; es sólo nivelación”. ¡Inútil! Ni eufemismos ni explicaciones sirven cuando se afecta el bolsillo de la gente. Es extraño que los masistas no lo supieran; ¡si está en la historia! Al parecer, ningún asesor – de los muchos que pululan a la sombra del Palacio Quemado-- tuvo el coraje ni la perspicacia de advertirle al jefazo que por ahí se va directo al infierno.

La adhesión fanática de la masa se esfumó. En instantes el Apu Mallku se convirtió en “traidor”. La disyuntiva dramática “O abrogas el decreto o te vas” se escuchó vociferar en las calles. A muchos les paralizó la incredulidad. ¡Cómo es posible que el “hermano Evo” nos condene al hambre y la miseria de un plumazo! Bien podían hacer suyo este pensamiento de Nietzsche: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.

Pero para el oficialismo la realidad tiene otra cara. Con palo de ciego identificó a los culpables: Los “sin miedo”, los miristas exhumados, el jefe del UN, la juventud cruceñista, algunos traidores masistas, los dirigentes sindicales convertidos en instrumentos de la derecha, movilizados y financiados por la oposición (García Linera). Es decir, si estos no actuaban, no se producía la convulsión. El fatídico 748 no se hubiera abrogado ni Evo hubiera tenido la oportunidad de testimoniar que gobernaba obedeciendo al pueblo.

Con la abrogación debía terminar la pesadilla. “Vuelve todo a como era antes”, dijo Morales. Y no fue así, desgraciadamente. Al negro nubarrón de la tormenta lo han dejado pendiente sobre nuestras cabezas. “Es necesario, es urgente; pero todavía no es oportuno”. Aparte de la amenaza latente, las secuelas del 748 están haciendo estragos en la economía popular. Hay desabastecimiento y especulación en los mercados. Las filas interminables en Emapa hacen recordar la crisis de otro tiempo.

Vox populi: “Dejad de hacer apología del fracaso; no volquéis el “proceso del cambio” contra el pueblo. ¡Ahora!

El autor es columnista independiente

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