La pregunta que corre en boca de muchos es: ¿cómo podemos entender que un Presidente obtenga el 67 por ciento del voto a favor de su ratificación en el referéndum del 10 de agosto y esté acorralado por cinco de los nueve departamentos? La ecuación no tiene todas las variables que parece necesitar para despejar la incógnita. El voto en el altiplano ¿fue contundente? superó el 80 por ciento, en el valle cochabambino el 70 por ciento y en los llanos orientales alcanzó a más del 40 por ciento, entre Chuquisaca y Tarija estuvo en el 50 por ciento del voto. Cualquier Presidente con estos resultados marcharía: talón, planta y punta sin parar.
Si revisamos la historia democrática republicana ningún Presidente luego de dos años y medio de gestión, con contusos, heridos y muertos tuvo este apoyo. Nada parece oponerse a la voluntad del Jefazo. El pueblo entero le pide (interpreta él) que aplique su política económica, social y cultural. Con estos resultados y esas interpretaciones electorales todas las discusiones deberían acabarse y esas minorías familiares ya debían estar haciendo maletas. Pero no sucede eso.
Es que hay algo que no cuadra. Porque claro todo este caudal de voto traducido en apoyo al Jefe del MAS, Presidente de las seis Federaciones de Cocaleros y Presidente de la República, en ese orden tendría que producir el orden institucional y el acatamiento social a lo que disponga Su Excelencia.
“Mano dura” le gritaban sus corifeos en la plaza Murillo y si mano dura da, mano dura, recibirían los sublevados, es decir, esas pocas familias de la oligarquía que vienen haciendo bulla y relajo sin ningún respaldo, como el que tiene el Jefazo.
Y el pueblo entero, o al menos esos dos tercios que le votaron por la ratificación aplaudirían lo actuado, se acabaría la chacota autonómica y el país se enrumbaría por el camino de los “cambios profundos”. ¿Por qué no pasa eso?
¿Será ese voto bendecido por el maléfico señor Exeni no es cierto? ¿Será que en Potosí se habrá votado democráticamente y no con las papeletas previamente marcadas y controladas por el fiero Santos Ramírez y sus acólitos embriagados y armados de chicotes comunitarios, que producen esta democracia sin discusión?
¿Será que en La Paz todo fue taza de leche? Porque en Oruro la cosa no salió bien y los cambios de Actas en medio camino no fueron suficientes. En fin, ¿no será que el verdadero resultado por el Sí al Jefazo alcanzó rozando el 50 por ciento?
Y claro, ¡ahora sí! Podríamos explicar que esos dos tercios no son suficientes para poner en marcha la aplanadora masista; porque: ¿quienes más que ellos, saben que no hay dos tercios, sino casi una mitad? Y con la verdad oculta en las altas esferas oficiales (léase Venezuela y Cuba) es prudente irse con cuidado Sancho, que el pueblo no se come todo lo que le dan.
Resulta un tanto curioso, para decir lo menos, que el señor Co-Presidente, Vicepresidente, Presidente del Congreso, Canciller, Primer Ministro e Intérprete Oficial de su Excelencia; no haya resuelto el envío de las fuerzas del orden, o desde su vocabulario, de las fuerzas de represión del Estado, en “uso legítimo” de su derecho, a reponer el orden social en esos Departamentos, donde “unos cuantos” están generando tanto desorden y caos social con los efectos económicos del caso.
“Esos perdedores” como los denominó despectivamente, no pueden poner a Bolivia en una situación de crisis permanente. Así que es menester acabar con esos gérmenes de la inestabilidad. Pero de las palabras y poses mediáticas no parecen pasar. Y no es que no quieran violencia.
¡Faltaba más! Porque nos han demostrado hasta el cansancio que saben aplicarla y operarla: en Cochabamba, en Sucre, en Huanuni, en Caihuasi, en la Plaza Abaroa y donde sea necesario. No es eso. No les falta ganas, les falta el escudo indomable de la verdad y de la razón.
El que pueblo tiene, pueblo usa y del pueblo abusa.
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