Justamente cuando la Asamblea Constituyente terminaba de una triste manera en medio de gritos, bala, sangre y luto, dijimos que no había forma de evitar un enfrentamiento nacional para consolidar ese texto que refleja una visión antagónica de la realidad nacional.
Nuestro razonamiento sonaba exagerado y muchos me criticaron acusándome de ser “muy dramático” en mis conclusiones. Pero el análisis que se basa en la aplicación dialéctica de la lucha de clases que hace a los procesos sociales y políticos tiene la ventaja de pisar la realidad por encima de los deseos.
Recordemos nuestra tesis: Se trata de una lucha entre el Estado centralista, que basa su razón de ser en la concentración del poder político, social y económico contra el Estado autonomista que persigue la descentralización política administrativa de la institucionalidad para decidir por sí su desarrollo social. Estas visiones contrapuestas se reflejan en la Constitución masista y los Estatutos Autonómicos como expresión de la lucha en la superestructura de ese Estado distinto para ambas partes y deviene en la antítesis económica del Estado contra el Mercado.
No es una moneda de dos caras, son dos monedas dispares. Para que una sea realidad debe vencer a la otra. La única manera de imponerse. Por eso cuando se han efectuado todos los intentos de empalmar la Constitución masista y los Estatutos Autonómicos no se ha podido llegar a establecer acuerdos. No se puede juntar lo que tiene forma, contenido y tamaño distinto y además sirve a propósitos diferentes. Así en medio de mesas de diálogo, de llamados a la concertación, de invocaciones al razonamiento y protestas contra la violencia que mostraba cada vez un grado mayor de conflagración, la realidad objetiva se fue imponiendo mostrando su descarnada figura en las voces de gritos de guerra, en la bala teñida de sangre y en las armas proyectadas como imagen de fuerza.
De nada puede servir ahora tratar de invocar la serenidad cuando desde el mismo gobierno que tiene la obligación de no perderla y de mostrar equilibrio y entereza; se lanza el grito de guerra y el ultimátum a las regiones autonómicas con fecha determinada: 13 de octubre.
Los bolivianos estamos advertidos de los actos, propósitos y maquinaciones que el MAS como partido de gobierno, sus milicias armadas y socios externos han decidido hacer: la guerra civil.
No hay otra manera de imponer esa constitución racista, excluyente y anti histórica. Ni hay forma de operar los Estatutos Autonómicos sin vencer a ese proyecto de constitución. Quien crea lo contrario le sirva su buena fe para anestesiar su conciencia.
Solo una institución puede parar esta locura. Y no es una invocación al golpe, de ninguna manera. Es una impetración al cumplimiento de la Constitución vigente, que las Fuerzas Armadas no pueden desconocer ni incumplir bajo el riesgo de ser mucho más autoras que el Gobierno del derramamiento de sangre que se avecina, porque son las custodias del uso de la fuerza institucionalizada para garantizar la UNIDAD NACIONAL y la DEMOCRACIA.
Deben decirle NO al Gobierno. Deben señalarle que no secundaran sus planes de enfrentamiento fratricida, deben obligarle a resolver sus diferencias si es necesario con el renunciamiento político, pero nunca con la guerra civil que es el corolario de la secesión nacional. Si esto pasan por alto, entonces habrán sido, no cómplices, sino autoras de la mayor traición a la patria y la bandera que juraron defender.
El Gobierno no es un instrumento para destruir a la Patria, es un mandatario de la voluntad nacional que ha pedido un cambio con orden y un orden con cambio, pero nunca una guerra civil.
(Fuente: http://www.hoybolivia.com/, autor Dante Pino, título Colofón)
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