La borrachera de poder ha hecho creer a muchos gobernantes que todo lo que dicen y hacen está bien. Este pensamiento es alimentado por los más allegados a estos líderes que se encargan de hacer crecer su ego y de decirle que lo está haciendo bien y que tiene el apoyo del pueblo.
El mundo cristiano afirma que esto se debe al ataque del demonio que pone un velo sobre estas personas que no pueden ver la realidad y que los hace encerrarse en lo que su mente les dibuja. A partir de ahí, esa persona está dominada por el poder y poco le importa el sufrimiento de su pueblo ya que está seguro de que lo que hace es para el bien de todos. En ese punto el velo cubrió todo y la ceguera ya es total.
Luego la realidad llega a distorsionarse y a perderse definitivamente cuando quienes tienen el poder no quieren escuchar. Dicen que la voz del pueblo es la voz de Dios. Lamentablemente quienes creen en el sexo de la piedras deben tener un dios de piedra que no oye los gritos de su pueblo que le pide respeto a la vida.
Cuando no se escucha la voz del pueblo o cuando se cree tener la representación total del pueblo, es que ya hemos caído en manos de un dictador electo en democracia cuya meta es lograr sus objetivos a la buena o la mala, con la ley o sin ella y por los medios que sean necesarios.
Pero, para poder lograr estos objetivos, requiere imprescindiblemente tener el control total de los medios de comunicación o, por lo menos, el silencio cómplice endulzado con publicidad malsana que sólo sirve para enturbiar la mente de quienes tienen la desgracia de verla.
El que tiene avidez de poder y prorroguismo sabe que con libertad de prensa nunca podrá lograr objetivos. Sabe que sus metas no serán cumplidas. Sabe por la historia que todos los dictadores han caído porque la prensa puso al descubierto sus abusos de poder.
Entonces, no es secreto para nadie que la fase en la que se encuentra el gobierno en este momento es la de silenciar a los medios de comunicación, a la prensa. A esa prensa opositora, vendida, corrupta, oligarca y demás adjetivos que le ha puesto un ministro cuyo trabajo es derrocar gobiernos departamentales y de silenciar a la prensa.
Pero el pueblo sabe que no hay democracia sin libertad de prensa. En algún momento será el mismo pueblo el que salga a defender la libertad de prensa para salvar la democracia que en Bolivia está a punto de pasar a la dictadura.
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